Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México

EL SINARQUISMO EN EL BAJíO MEXICANO, 1934-1951.
HISTORIA DE UN MOVIMIENTO SOCIAL REGIONAL[ 1 ]

Pablo Serrano Álvarez


El sinarquismo fue un movimiento social, político e ideológico de base regional[ 2 ] inducido, directa o indirectamente, por los católicos organizados, la jerarquía eclesiástico-católica mexicana y los sectores conservadores del Bajío; el sinarquismo representó la última arma que tuvieron en su ya larga y enconada lucha en contra de los hombres, el proyecto y el régimen posrevolucionarios. Como última alternativa, el sinarquismo significó una continuidad de la rebelión cristera y de movimientos como la "Segunda", las "Legiones" y la "Base", cuya lucha no cuajó con el éxito que se esperaba. Surgido a mediados de la década de los treinta en una región donde la Cristiada operó con mayor fuerza; la religión católica era muy acendrada dentro de la población; el tradicionalismo y el conservadurismo sociocultural eran una característica de las relaciones y las expresiones sociales; los problemas sociales de las masas se relacionaban con la simbología religiosa católica; la ideología hispanista, patriotera y católica era una característica del comportamiento y la expresión de la población regional; la lucha social contrarrevolucionaria encontraba eco más rápidamente que en otras regiones del país en el conjunto de las masas pluriclasistas, y la lucha sociocatólica se unía en un solo frente contra la implantación de un proyecto "revolucionario" y "moderno".

El sinarquismo, su ideología, sus métodos, su simbología y su programa-proyecto encontraron un apoyo social sin precedentes en la región del Bajío (comprendida en los estados de Guanajuato, Michoacán, Jalisco y Querétaro). A diferencia de la Cristiada, la "Segunda", las "Legiones" y la "Base", el sinarquismo atrajo a las masas populares no con la rebelión armada, el terrorismo, la violencia social y la promesa de la toma del poder político, sino a través de las directrices pacifistas de la jerarquía católica, que deseaba movilizar a las masas mediante la conciencia de la acción, la conciencia de las demandas sociocatólicas, la conciencia de una ideología basada en el catolicismo social, el bien común de la patria y el beneficio colectivo del mismo. La experiencia cristera había sido traumática, y ahora la oposición se cimentó en la movilización social-ideológica para, poco a poco, poner en evidencia las lacras, errores y sinrazones de la posrevolución. La conciencia ideológica de la lucha social y católica representó un factor importante para el advenimiento y el desarrollo del movimiento.

El sinarquismo fue creado a instancias de la jerarquía católica, descontenta con los arreglos de 1929 y con la política izquierdizante de la posrevolución; pero ahora se deseaba una oposición que partiera desde la sociedad; la lucha popular; la ideología y el sentir de unas masas supuestamente dóciles, estancadas y pacíficas, así como desde aquellos sectores que no querían sujetarse a las prácticas de los hombres que materializaban el proyecto de la Revolución. El apoyo masivo regional se encontraba en el Bajío, que representó el caldo de cultivo del nuevo movimiento creado en mayo de 1937. La sociedad bajiense había apoyado fuertemente a la Cristiada, a la "Segunda", a las "Legiones" y a la "Base", por lo que el advenimiento del sinarquismo -con la creación de la Unión Nacional Sinarquista (UNS) en León, Guanajuato- significó una nueva razón para levantarse contra la opresión, el comunismo ateo, el agrarismo subyugante, la revolución enemiga de la religión, así como en favor de la patria y la nación y en bien de la tradición y el conservadurismo.

El surgimiento del sinarquismo se ubicó en el contexto de las relaciones Iglesia-Estado que, desde 1930, se encontraban en una tirantez absoluta. La jerarquía estaba en desacuerdo con los revolucionarios en el poder, sobre todo, en lo que se refiere a la cuestión educativa, en los límites y control de la acción católica, al status legal, político y social de la Iglesia en México y en los constantes ataques anticlericales que hacían los hombres y las organizaciones en el poder. Aunado a la persecución y represión que ejercían los caciques, los agraristas y comunistas regionales, contra los católicos y su Iglesia, la tirantez se hizo más fuerte cuando Cárdenas inició su periodo gubernamental. Fue entonces cuando la oposición de la Iglesia, la jerarquía y los católicos regionales contra el régimen se acrecentó aún más. Esta vez era indispensable crear un movimiento público que movilizara a la sociedad contra el Estado, sin que la Iglesia apareciera como actor principal, pues no convenía acrecentar más las acciones anticlericales de la posrevolución. La jerarquía dirigiría al nuevo movimiento "tras bambalinas" para evitar un enfrentamiento cruento con el gobierno, pues no se quería hacer lo mismo que había sucedido con el movimiento cristero. La jerarquía y un sector de los jesuitas en particular deseaban ahora crear un movimiento sociopolítico de presión, y que con el tiempo llegara al poder para resolver las demandas que venía sosteniendo la Iglesia contra la Revolución hecha gobierno. Hacer conciencia en la sociedad y buscar su movilización contra el régimen y el proyecto revolucionarios fue el objetivo del nuevo movimiento. El sinarquismo, así, fue el resultado del deseo táctico de la jerarquía de no provocar agresivamente al gobierno y, en mucha mayor medida, de buscar el apoyo social amplio y consciente que condujera al éxito seguro.

La lucha sinarquista se inició con la directriz, marcada por los jesuitas y la alta jerarquía eclesiástico-católica, para la defensa de los derechos de la religión católica y de la resolución de los problemas sociales que no resolvía el gobierno revolucionario. El enlace de las demandas sociales, políticas y económicas de la sociedad bajiense fue una característica del nuevo movimiento. La gente común se vio en seguida atraída por la ideología, la simbología, el programa-proyecto y la táctica-estrategia de la acción del sinarquismo. En poco tiempo, quizá dos años, el sinarquismo se expandió por todo el Bajío, sobre las bases de lo que había logrado organizar el movimiento de las Legiones (1931-1934) y de la Base (1934-1937). Para los sinarquistas, la Cristiada fue su "revolución", su base ideológica y su nutrimento programático.[ 3 ]

La acción pacífica fue una táctica para acrecentar el número de adeptos y la razón de ser -la justificación- del proyecto de orden social que deseaba implantar (basado en el orden, la disciplina, la paz social, la jerarquía, la restauración del régimen colonial, la justicia y las libertad sociales, etcétera). La religión católica fue el marco ideológico, simbólico y justificador del movimiento, y el proyecto social, político y económico fue derivado de las enseñanzas de la Iglesia y los problemas socioeconómicos de la región bajiense. De nuevo, después del fracaso de la Cristiada, la sociedad se levantaba para defender el status legal, social, político y cultural de la Iglesia católica en México. De nuevo, el adversario a vencer era el proyecto revolucionario, cuyos preceptos minaban los "derechos legítimos" de los verdaderos mexicanos (propiedad individual, libertad de conciencia y religión, libertad de expresión, riqueza y justicia sociales). El sinarquismo bajiense deseaba el progreso de la nación, retornando al régimen colonial -donde, por añadidura, se encontraba el origen de la "felicidad" y el orden sociales, época cuando el Bajío era el centro de la vida socioeconómica, sociopolítica y sociocultural de México.

Las características de la vida regional se querían estereotipar para la nación en su conjunto, porque en el Bajío se encontraba la verdadera tradición de los mexicanos mestizos creadores de la patria. El Bajío y su gente eran, para el sinarquismo, los verdaderos mantenedores de la tradición patriota, hispana, nacionalista, católica y jerarquizada de la nación mexicana. Bajo este modelo, el sinarquismo se levantaba para luchar contra una revolución desmexicanizada, contraria a la tradición única del pueblo, atea y comunistoide, enemiga de la religión de una sociedad auténtica, anárquica en sus virtudes y acciones, dominadora de las conciencias candorosas y míticas de los buenos mexicanos, adversaria de una Iglesia y una religión que eran la razón de ser de las masas pobres, subyugadas y conscientes de su autenticidad. Era una revolución poco beneficiosa para las necesidades de un pueblo ávido de paz, tranquilidad, orden, riqueza, justicia y libertad; subyugadora por aquellos hombres que la dirigían, y que privilegiaban el interés individual sobre el interés general y colectivo; corrupta de las conciencias y los hechos; putrefacta y anquilosada, sin beneficio colectivo real; y enemiga del verdadero nacionalismo patriota, justiciero, hispano y plenamente mexicano.

A instancias de la jerarquía, los jesuitas, los seglares y los sectores provinciales conservadores, el sinarquismo surgió para cambiar (retornando) la historia contemporánea de México. La sociedad del Bajío aportó la ideología, las bases sociales, la simbología, el programa-proyecto y los líderes. Sin ser regionalista, el movimiento luchaba por homologar a la nación en el conjunto de las especificidades del Bajío. Éste y su identidad querían ser traslapados, o quizá impuestos, a la nación. De esta forma se arrebatarían los éxitos de una posrevolución que iba contra la verdadera, y única, identidad del pueblo mexicano.[ 4 ]

El sinarquismo fue un movimiento de base regional, instigado por la lucha que venían desarrollando los católicos mexicanos contra la posrevolución. El Bajío fue el espacio social, político, económico y cultural por excelencia del movimiento, a pesar de que logró manifestarse (en la etapa 1939-1948) en el ámbito nacional. La acción sinarquista se dio de manera intensa, frecuente y continua en el espacio bajiense, donde la sociedad en su conjunto lo apoyó, reforzó y expandió. La vida regional estuvo marcada, en el periodo 1937-1951, por la acción y la movilización sinarquistas, convirtiéndose en una fuerza sociopolítica de oposición de primer orden. Movimiento católico de derecha, popular, nacionalista, autoritario (que no fascista),[ 5 ] anticomunista, antiyanqui, conservador, milenarista y tradicional, el sinarquismo encontró el eco suficiente en la sociedad regional para convertirse en una fuerza sociopolítica con arraigo, presencia, expresión e identidad. Su experiencia en la lucha sociopolítica nacional tuvo manifestación en el interregno de auge (1939-1944 y 1945-1948); sin embargo, el sistema político logró impedir su crecimiento, estancándose en la región que le dio vida. Esto también fue una característica de base regional de un movimiento sociocatólico que logró enardecer y preocupar a los posrevolucionarios en el poder. Aun ahora, en la actualidad, la presencia regional de los sinarquistas no se logra derribar, precisamente por el arraigo que logró en la época que nos toca analizar. ¿Cuál fue la historia del sinarquismo en la región del Bajío?

De los antecedentes al surgimiento del sinarquismo, 1929-1937

Después de los arreglos de 1929, entre la jerarquía eclesiástico-católica conciliadora y el presidente Portes Gil, la región del Bajío continuó en plena ebullición movilizadora. Los cristeros levantados siguieron luchando contra el anticlericalismo y el proyecto surgido de la Revolución. La rebelión armada había terminado -oficialmente- por la conciliación de la jerarquía con el gobierno y por la carencia de una dirección organizada del movimiento. Sin embargo, los opositores a la conciliación, casi todos católicos cristeros y del grupo intransigente de la jerarquía, continuaron luchando por su religión y por la resolución de las demandas sociocatólicas. Este proceso continuó hasta mediados de la década de los treinta, y una de sus causas principales fue la secuela represiva y persecutoria que llevó a cabo el gobierno contra los ex cristeros y católicos intransigentes después de los arreglos. La región del Bajío fue la más atendida por el gobierno, el ejército y los agraristas para limpiar de "fanáticos religiosos" cristeros.[ 6 ]

Durante los años de 1930 a 1937, los católicos regionales buscaron formas de organización para la continuidad de la lucha, encontrando amplio apoyo dentro de la sociedad bajiense. Sobre todo en Jalisco, Guanajuato, Michoacán y Querétaro, la efervescencia de la oposición católica, contra la posrevolución, siguió manifestándose. El movimiento de la segunda Cristiada fue una secuela importante, de tipo violento y guerrillero, que surgió durante 1930 en varias localidades del Bajío. La carencia de un programa específico y una organización mínima no permitió que esta guerra de guerrillas se expandiera como se esperaba, aunque tuvo momentos de mucha fuerza expresiva en 1932, 1934, 1936 y 1938. La "Segunda" se rebeló contra la conciliación y el impasse que se dieron con los arreglos, y mediante la mezcla de los problemas sociales con las demandas religiosas buscaba mantener vivo el espíritu de lucha de los cristeros regionales. Este movimiento no fue apoyado por los católicos organizados ni por la jerarquía ni por la sociedad traumatizada por lo que había sucedido con la Cristiada. El marco de acción de los segunderos se restringió a varias zonas del Bajío; sus desmanes no pasaron de ser más que una guerra de guerrillas sin sentido, sin programa y sin organización.[ 7 ]

Desde 1931, los católicos organizados buscaron formar un movimiento secreto, pacífico y organizador de la sociedad regional, y que a muy largo plazo tuviera éxito contra el gobierno. La nueva táctica era la organización consciente de la sociedad, para que de esta forma se pudiera crear una corriente de opinión que presionara al gobierno, para el cumplimiento de las demandas católicas. Estas ideas se manifestaron en Guadalajara por el ingeniero Manuel Romo de Alba, quien fundó una organización llamada Legiones, cuyo fin era la organización social para la movilización y la toma del poder político. Las Legiones se abocaron a la organización clandestina de diversos sectores sociales locales y regionales para la creación de una conciencia que permeara la lucha sociocatólica contra la opresión atea, comunista, revolucionaria, injusta, antilibertaria y anticlerical del régimen posrevolucionario en el poder. La defensa de los "derechos legítimos" de la Iglesia y los católicos mexicanos fue un objetivo fundamental de la organización. Las Legiones pronto se expandieron por todo el Bajío, gracias al apoyo de la sociedad regional. En 1933, la acción legionaria logró aglutinar un considerable número de adeptos, pero la falta de movilización minó los ánimos de lucha, y la organización comenzó a decaer.[ 8 ]

La lucha legionaria fue rechazada, en sus principios, por la jerarquía y los ex cristeros, pero en 1933, el apoyo de éstos se amplió, expandiéndose la acción del movimiento. La ideología católica y el proyecto legionario encontraron un apoyo social importante, que pudo materializarse en la acción movilizadora. Sin embargo, la estructura organizacional no permitió la expresión pública de la acción, lo que llevó a la desilusión de las bases sociales bajienses, que no vieron claro el objeto del movimiento y la restricción espacial de su desenvolvimiento. Para 1934, las Legiones empezaron a desintegrarse, por lo que su fundador y director decidió buscar el apoyo de la alta jerarquía, de grupos de seglares ricos y de los jesuitas, interesados en ampliar el campo de acción del movimiento.

A mediados de ese año, en el Distrito Federal, Romo de Alba, el padre Iglesias (jesuita) y un grupo de ricos conservadores fundaron una organización secreta llamada la Base u Organización, Cooperación, Acción (OCA), que fue la organización madre del sinarquismo. El nuevo movimiento deseaba ampliar el radio de acción de las Legiones al ámbito nacional, aprovechando la organización y las bases ya existentes. Los "baseros" se abocarían a la conquista del poder político mediante la movilización social y la conscientización ideológica, para que de esta forma se fuera derribando el orden posrevolucionario, primero en los niveles locales; después en las regiones donde se tenía más capacidad de convocatoria y acción, y, por último, en el ámbito nacional. Los objetivos "baseros" eran a muy largo plazo y su campo de acción estaría restringido por las directrices y orientaciones de la alta jerarquía eclesiástica, que ahora quería realizar una oposición pacífica -digamos que más política- contra el gobierno posrevolucionario. Para la "Base" era importante oponer a la sociedad contra el Estado, sin que se involucrara a la Iglesia en el asunto, como había sucedido en la Cristiada. Como el enfrentamiento con el gobierno, en ese momento, era muy fuerte por el programa de la educación socialista y el control oficial de la acción eclesiástica, los jesuitas y la jerarquía deseaban que la OCA organizara, movilizara y protestara de una forma clandestina y velada, ya que así no se descubriría que la Iglesia estaba involucrada en labores de oposición, mientras que se decidía la creación de un movimiento público, masivo y nacional.

Fue en el Bajío, donde la "Base" encontró el mayor apoyo social y donde desplegó con mayor fuerza sus actividades de organización, acción y expresión. La octava división de la "Base", perteneciente a los estados del Bajío, fue la más importante de la organización, por la cantidad de militantes, el número de movilizaciones de protesta contra la educación socialista y las manifestaciones contrarias a la política de izquierda del gobierno.[ 9 ]

Hacia 1936, la OCA empezó a decaer en el Bajío, pues mucha de su base social se encontraba desanimada por la carencia de una acción frecuente e ininterrumpida. Sobre todo en León, Celaya, Querétaro, Morelia y Guadalajara las actividades de los "baseros" decayeron, lo que fue en desmedro de la expansión organizativa. Fue entonces cuando el Consejo Supremo decidió crear un nuevo movimiento público, abierto, con programa y medios de lucha, no sólo para que levantara los ánimos alicaídos, sino para que desarrollara una fuerza sociopolítica nacional que fuera dando éxitos y dolores de cabeza al régimen cardenista. En consejo, las secciones de la OCA, que eran once (divididas de acuerdo con categorías socioprofesionales, por ejemplo, estudiantes, obreros, campesinos, patrones, comerciantes, etcétera), decidieron que en los primeros meses de 1937 se darían a conocer diversos proyectos, para escoger uno, y que se tratara de una nueva organización que concretara las demandas sociocatólicas regionales, mediante un programa-proyecto concreto y que, sobre todo, pudiera actuar públicamente contra el gobierno cardenista, aprovechando la organización y bases sociales de la OCA.[ 10 ]

En marzo de 1937 se presentaron los proyectos de las secciones, aprobándose el presentado por la sección undécima, encabezada por un grupo de estudiantes universitarios de León, Guanajuato, y que habían sido también legionarios. Este grupo estaba compuesto por Manuel Zermeño, José Antonio Urquiza, José y Alfonso Trueba Olivares, Rubén y Guillermo Mendoza Heredia, Juan Ignacio Padilla, por mencionar a los más importantes. Con la aprobación del jefe supremo de la OCA, Julián Malo Juvera, y del Consejo Supremo (compuesto por los jesuitas Eduardo Iglesias, Julio Vértiz y José María Heredia; por seglares como Antonio Santacruz, Aniceto Ortega, Laris y Estrada Iturbide, y por jefes "baseros" como Gonzalo Campos, Felipe Coria, Ángel Gómez Lomelí, José Antonio Urquiza, Salvador Abascal y Guzmán Valdivia), el grupo leonés se abocó a la planeación del surgimiento de la nueva organización, pues para el mes de mayo se había decidido crear oficialmente al nuevo movimiento. Una de las condiciones impuestas fue que la nueva organización iba a ser controlada secretamente por la "Base", y que sus orientaciones sociopolítico-ideológicas debían estar marcadas por las directrices de la jerarquía y por las encíclicas papales del catolicismo social (Rerum novarum, Quadragessimo anno, Acerba animi, Firmissiman constantiam).

En los meses de marzo y abril los directores de la sección undécima celebraron varias juntas en León, para formar el proyecto-programa, las estrategias y tácticas de lucha, la ideología, los estatutos internos y la forma en que se iba a desarrollar el nuevo movimiento. A fines de abril se decidió denominar al movimiento como "sinarquismo", a propuesta de Zeferino Sánchez Hidalgo -quien había participado en una liga sinarquista en el periodo de la Convención de Aguascalientes.

En la mañana del día 23 de mayo, José Antonio Urquiza, Salvador Abascal, Manuel Zermeño y José Trueba discutieron sobre quién sería el encargado de dirigir el movimiento, cuya creación oficial se haría en León, Guanajuato. El segundo quedó descartado, por su impetuosidad y sus deseos de llevar adelante la acción directa. El primero no aceptó el cargo, por ser tímido y falto de capacidad oratoria. Por tanto, el puesto debía recaer entre Manuel Zermeño y José Trueba. Este último sería el encargado del comité organizador, por ser apoyado por Zermeño y Urquiza. Todo listo, a las ocho de la noche se llevó a cabo la junta de la fundación de la UNS, con una asistencia de 400 personas. En esta reunión se nombró al comité organizador, se adoptó el nombre definitivo, el lema y los principios ideológicos que dieron cuerpo al programa del nuevo organismo.[ 11 ]

En la junta de inauguración, José Trueba "expresó que 'sinarquismo' era una posición nueva en la vida social y política de México; añadió que [...] aspiraba a ser movimiento profundamente espiritual, dirigido a transformar la vida entera de la nación".[ 12 ] La palabra sinarquismo significaba con orden, con autoridad, y ése sería el propósito fundamental del movimiento, a nivel externo e interno.

En seguida, José Antonio Urquiza y Rubén Mendoza Heredia hablaron sobre los principios ideológicos fundamentales, basados en el logro del bien común, el orden social cristiano, la felicidad de la patria, la paz social, la lucha contra el izquierdismo comunista, la justicia social, etcétera. Se pasó a la declaratoria formal de la constitución de la UNS bajo el lema "Patria, Justicia y Libertad" y "¡Viva México!" Se constituyó el Comité Organizador Sinarquista, con José Trueba Olivares, presidente; Manuel Zermeño, vicepresidente; Rubén Mendoza, secretario; y Francisco Ornelas, tesorero.[ 13 ]

El comité organizador tuvo como función expandir la organización en todo el territorio nacional. Sólo el presidente tenía el poder de decisión y la facultad necesaria para los tratos con los miembros de la "Base". En junio se publicó el primer manifiesto oficial de la UNS, que postuló el programa de acción del movimiento y los medios, principios y espíritu que iban a animar la lucha.

El sinarquismo se asumió, en ese manifiesto, como un movimiento provincial, que partía de las entrañas mismas de la tierra y la sociedad mexicanas bajienses. Era el agente par excellence de las demandas del pueblo católico, infeliz, abrumado y mísero de las tierras del centro de México. El sentir provincial del Bajío se homologaba a la nación entera, pues de ahí partía el espíritu nacionalista, tradicional y católico hasta la médula de los mexicanos auténticos. José Trueba y su hermano Alfonso habían redactado ese documento, inflamados de un espíritu católico provincial que demandaba el establecimiento de la justicia y la libertad para la felicidad de la patria. La doctrina se moduló en los primeros meses de la acción, aunque el manifiesto de junio era la base programática, ideológica y doctrinal de donde debía partir todo.[ 14 ]

Los actores fundadores eran estudiantes del Colegio del estado de Guanajuato. Todos oscilaban entre los veinte y treinta años, y pertenecían a una clase media provincial que estaba en desacuerdo con el gobierno cardenista. Muchos habían sido seminaristas, miembros de las Legiones y activos propagandistas "baseros". Todos, de alguna forma, deseaban implantar el orden social cristiano en contraposición al desorden posrevolucionario. Imbuidos en un espíritu de lucha estudiantil, deseaban que el sinarquismo se convirtiera en un movimiento que lograra derribar el orden existente. Este espíritu había surgido en movilizaciones estudiantiles que tuvieron lugar en el Colegio del estado de Guanajuato, en 1935 y 1936. El profundo anticomunismo y la conciencia de los problemas sociales fueron una característica homogénea de los jóvenes fundadores guanajuatenses. Los principios doctrinales sinarquistas salieron de esos elementos ideológicos. Abogados de profesión, con un catolicismo exacerbado, y un nacionalismo ultraconservador, los fundadores deseaban desarrollar un movimiento de resistencia pacífica que, poco a poco, derribara el orden existente. Para ellos, era indispensable hacer conciencia en la sociedad, movilizarla por medios no violentos y conducirla hacia el establecimiento del orden social cristiano (es decir, la toma del poder, a través de la sociedad). Esta cadena se identificaba con la posición de los jefes de la "Base" y, aún más, con la tendencia de lucha de la jerarquía eclesiástica. Esto influyó, sin duda, en la fundación de la organización sinarquista y en el apoyo que los miembros de la "Base" dieron a los organizadores del movimiento en León. Los actores fundadores eran de la región del Bajío y habían estudiado y desarrollado sus actividades profesionales y políticas en Jalisco, Michoacán, Guanajuato y Querétaro, por lo que estaban imbuidos de la problemática regional, que traslapaban al ámbito nacional. Fueron ellos los organizadores, los primeros propagandistas, los formadores de la doctrina sinarquista y a los que se debió la expansión del movimiento en los primeros cuatro años de vida.[ 15 ]

Los mítines y acciones del sinarquismo en 1937 y 1938 se restringieron a la fundación de comités locales y a la exposición de la doctrina y finalidades de la agrupación en Guanajuato y Querétaro. El ataque verbal al comunismo cardenista del Frente Popular, a la reforma agraria, al funcionamiento de la educación socialista, al caciquismo local imperante en el Bajío, y la denuncia de las condiciones de miseria de la población fueron los temas preferidos para la labor de proselitismo. La persecución religiosa y las condiciones de la Iglesia quedaron descartadas como temas del ataque contra el adversario posrevolucionario por instrucciones de la "Base", lo que alejaba al movimiento de la apariencia de ser fomentado por la misma jerarquía. El adversario local-regional comenzó a ver con recelo al sinarquismo, pues su propagación indicaba cierta labor sediciosa de los católicos.[ 16 ]

El surgimiento del sinarquismo estuvo condicionado por las necesidades que los católicos organizados de las Legiones y la "Base" tenían, al rescatar la lucha católica contra el régimen posrevolucionario. No era viable el desarrollo de un movimiento armado, como el de la Cristiada, por las circunstancias en las que se daría, que no eran nada favorables por la capacidad del gobierno para reprimirlo. Un ala de alta jerarquía del Vaticano y de México frenó los deseos de los católicos intransigentes que querían una lucha armada abierta, lo que condicionó que la "Base" creara un movimiento cívico, social, político y público que encauzara, aglutinara y manifestara las demandas de los católicos, con la posibilidad de hacer un frente sociopolítico opuesto al régimen. Bajo los cimientos sociales y regionales de la "Base", el sinarquismo surgió como un movimiento católico de derecha que movilizó a la sociedad católica regional contra el gobierno cardenista. Por ello, fue un heredero de la lucha católica que se venía dando desde la Cristiada, y la última arma sociopolítica que los católicos organizados tendrían para oponerse al régimen y al Estado posrevolucionarios.

El Bajío fue el escenario regional de la nueva lucha, gracias al apoyo social que "la batalla del espíritu" encontró en una sociedad plena y conscientemente católica, conservadora, tradicionalista, hispanista, representante de la mexicanidad de la nación.

El despliegue regional-nacional del sinarquismo, 1937-1940

Desde la fecha de fundación de la UNS hasta mediados del año de 1940, el movimiento creció numérica, ideológica y activamente en la región del Bajío, en la macrorregión centro-oeste y en algunas zonas del noroeste, noreste, sureste y sur del país. Las acciones del movimiento en el Bajío fueron, desde un inicio, más continuas, mejor organizadas y se percibía en ellas la fuerza sociopolítica que arrastraba. La base regional de donde nació el sinarquismo fue lo que condicionó la ideología, el programa político-social y la desenvoltura de las acciones y ataques. Fue a partir de las condiciones históricas regionales de donde el sinarquismo sacó un proyecto sociopolítico que se oponía al que estaba materializando el gobierno de Cárdenas. Los problemas regionales de carácter social, económico, político y cultural se estereotipaban como si se dieran en la nación entera, acusando al régimen de Cárdenas, en particular, y al régimen posrevolucionario, en general, de ser el culpable de aquellos problemas. Esta circunstancia permitió que el movimiento, en tres años de existencia, contara con un apoyo social ascendente que aseguró su expansión territorial por toda la república y que el Bajío fuese una región plenamente sinarquista.

La ideología del movimiento fue construyéndose a lo largo de los primeros tres años de existencia. Basada en una simbología de principios y conceptos, la UNS utilizó la ideología como un medio propagandístico, de opinión opositora, de reclutamiento, de crítica al statu quo, de defensa ante los ataques adversarios y de posición frente a los problemas estructurales de la vida mexicana. Movimiento de opinión, de ideología bien cimentada, el sinarquismo logró tener presencia sociopolítica del lado opuesto -de la derecha- al régimen y tendencias populistas, socialistas e izquierdizantes del gobierno de Cárdenas. La patria, la nación, el orden social cristiano, la justicia social, el equilibrio y la felicidad sociales, la libertad religiosa, la redistribución de la riqueza, la tierra, la armonía sociopolítica, la estabilidad social, la mexicanidad, la historia, la hispanidad, etcétera, fueron conceptos y simbologías de un movimiento ideológico regional basado en el catolicismo, en la tradición cultural mexicana y en un nacionalismo histórico correspondiente con la mentalidad social. El sinarquismo se constituyó en el representante principal de una sociedad conservadora, tradicionalista, hispanista, nacionalista y católica, que no encontraba cabida en el nuevo orden de vida que la "modernidad" posrevolucionaria estaba imponiendo. De esa búsqueda por permanecer, por imponerse contra un proyecto, el sinarquismo se nutrió ideológica, mental y socialmente. De ahí provino su éxito, expansión y fuerza sociopolítica. Hacia 1940, estaba claro que el sinarquismo era el representante más exacto, más poderoso de aquella sociedad que se oponía a los cambios fruto de la Revolución. El adversario en el poder había percibido ese hecho con exactitud, por lo que combatió cruentamente al sinarquismo en varios frentes mediante la violencia, el desprestigio ante la opinión, el combate político, la educación de las masas y la conscientización propagandística. Esta lucha amplió el campo de fuerzas en pugna entre los posrevolucionarios en el poder y los representantes de la derecha clerical, reaccionaria y retrógrada, cuyo portaestandarte más evidente, por ser el más fuerte, era el sinarquismo.[ 17 ]

La acción movilizadora del sinarquismo logró conjuntar las demandas de los sectores populares (campesinos, obreros, clase media) con las demandas de los sectores católicos, políticos y terratenientes descontentos con el régimen en un sólo frente de lucha. Esto le dio un arrastre social sin precedentes, lo que le dio una presencia sociopolítica importante frente al Estado. Los mítines de protesta, las manifestaciones de proselitismo y las marchas locales fueron una característica del movimiento que pusieron en evidencia el descontento sociopolítico real contra el cardenismo. Esta circunstancia aceleró la acción del adversario, a través de la represión y el combate de opinión, lo que en vez de afectar al movimiento lo nutría y fomentaba.

El sinarquismo cimentó su arraigo y fuerza regionales, pues ante los ataques, la acción no violenta de la protesta y la movilización sociales se incrementaban. Para las elecciones federales de 1940, el movimiento sinarca ya representaba una fuerza política real, con capacidad para movilizar a la sociedad contra el Estado. Todo se debía a una estrategia de lucha basada en la conscientización espiritual, social e ideológica de la sociedad, en el quehacer político-social de la nación, oportunidad final para la realización de un proyecto social basado en la democracia cristiana.

Factor de cohesión, coordinación y conjugación social en oposición a un proyecto adversario y camino hacia el logro del poder por medios pacíficos, por parte de los sectores tránsfugas y oposicionistas de la Revolución, el sinarquismo se constituyó en un movimiento social derechista, contestatario, conservador, ideologizado, contrarrevolucionario, anticomunista, nacionalista, ultracatólico, opositor, popular, pluriclasista, antiyanqui, hispanista y muchos epítetos más, cuya razón de ser se encontraba en la propia historia de la revolución y posrevolución mexicanas, de la primera mitad del siglo XX.[ 18 ]

La simbología empleada, la ideología y la acción pronto convirtieron al sinarquismo en un movimiento sociopolítico importante para los adversarios posrevolucionarios, que representaba un peligro para la estabilidad de un sistema recién creado. Combatirlo era combatir a un conjunto social homogéneo, integrado y coordinado, por lo que se decidió aplazar su desaparición oficial. Fue en la década de los cuarenta, cuando se intentó derribar a un movimiento que iba contra los logros alcanzados por la Revolución. Los medios no se restringieron al combate violento, a la represión directa, sino a la instrumentación del sistema político cooptador de oposiciones. Mientras eso ocurría, el sinarquismo siguió su línea ascendente al capitalizar la opinión, encauzando las demandas de los eternos descontentos de la sociedad mexicana.

Las acciones de propaganda y proselitismo locales fueron una característica de los primeros dos años de la agrupación. Aunque se definía como movimiento nacional, fue en la esfera regional del Bajío (y, más ampliamente, en el centro-oeste de México) donde las acciones propagandísticas se desarrollaron más ampliamente, mediante mítines y manifestaciones localistas, donde las ideas sinarquistas se identificaban-conjuntaban con algunos problemas socioeconómicos y sociopolíticos de carácter regional. Lógicamente, estas acciones de difusión eran un apoyo para el reclutamiento; y el apoyo social regional que el movimiento recibió comenzó a ampliarse rápidamente.[ 19 ] Como lo manifestara El Sinarquista en 1940:

El primer año fue de exploraciones, de tanteos, de observación del medio. El segundo fue el de la labor callada y difícil: la labor de conquistar al hombre, enseñándole la doctrina, excitándolo a la lucha. El tercero fue el de la impetuosa conquista de regiones y pueblos.[ 20 ]

En los años de proselitismo y propagación, sobre todo 1937 y 1938, el sinarquismo vino a aglutinar a millares de campesinos de los estados de Guanajuato, Querétaro, Michoacán, Jalisco, Guerrero y San Luis Potosí. Los problemas de la reforma agraria, con falta de créditos para cultivar y la voracidad de explotadores individuales, que impedían que la miseria aminorara, vinieron a ser la principal fuente de reclutamiento campesino. Sólo en esos estados radicaba 21.6% de los ejidatarios del país y los niveles de bienestar eran muy bajos. Otro elemento importante fue el analfabetismo en esos estados, donde la mayoría de la población rural-urbana no tenía acceso a la educación por el grado de miseria existente. Hacia 1940, las cifras de analfabetismo eran alarmantes: 71.8% en Guanajuato; 78.1% en Querétaro; 67.1% en Michoacán, y 53% en Jalisco.[ 21 ] Estos elementos fueron fundamentales para la expansión regional del movimiento, pues con un discurso que se identificaba con los problemas agrarios, el catolicismo de una población plenamente analfabeta y los conflictos de una vida cotidiana miserable y sin expectativas, el sinarquismo empezó a crecer en número de militantes, en adeptos y propagandistas que vieron en la organización una alternativa para el cambio. La ideología sinarquista empezó a ejercer un papel de atracción hacia las masas campesinas, sobre todo en el Bajío, donde el descontento por la situación agraria y la oposición al gobierno eran más fuertes que en otros estados del país.[ 22 ]

El apoyo de los propagandistas "baseros", de los sacerdotes locales y de los agraristas descontentos representó una cadena propagandística muy eficaz. En el primer año de vida, Guanajuato y Querétaro eran casi en su totalidad sinarquistas. A fines de 1937, se habían afiliado al movimiento, sólo en esos estados, 5 000 miembros aproximadamente. Entre 1938 y 1939, ese número se triplicó de 8 000, en el primer año, a 17 000 en el segundo, sin contar a los adeptos de los otros estados del país.[ 23 ] Las movilizaciones locales en 1937, 1938 y 1939 tuvieron un arrastre social considerable, lo que demostraba la fuerza que el movimiento estaba tomando. Este hecho pronto encontró respuesta del adversario gobiernista, que dio inicio a la represión de aquellas movilizaciones, donde se atacaba a la política cardenista.

Hacia mayo de 1938, en el primer aniversario de la organización, concentrados en Querétaro, se reunieron casi diez mil personas. Al mes siguiente, en Guanajuato, fueron un poco menos de ocho mil. Este apoyo masivo de las concentraciones hizo pensar en la necesidad de expandirse fuera del Bajío.[ 24 ]

Sólo en el Bajío se llegaron a controlar 773 subcomités, de 1 063 que se controlaban en el país, a fines de 1939. 72.7% de los subcomités existentes era perteneciente a los estados del Bajío, mientras que 27.3 % restante pertenecía a los subcomités de otros estados de la república.[ 25 ] Los 18 comités regionales controlaban a 121 comités municipales, a nivel nacional, en diciembre de 1939. Sólo el comité de Guanajuato, por ejemplo, controlaba 23.3% de los subcomités, con una cifra de militantes activos de 30 044 personas a la misma fecha, de 3 800 en 1937, 15 900 en 1938, el ascenso del número de militantes evidenció el éxito de la labor de proselitismo y del tipo de organización por secciones de actividad.[ 26 ]

Hacia 1939 había aproximadamente noventa mil militantes sinarquistas a nivel nacional. Guanajuato contaba con 33.4% de esos militantes, Querétaro con 23.6%, Jalisco con el 13.8% y Michoacán con 15.1%, y el resto de los estados sumaban el 13.9% restante. La expansión regional del sinarquismo, de acuerdo con el número de militantes activos, era evidente. El Bajío representó, en tan sólo tres años, el espacio donde la organización y las acciones del movimiento habían prendido.[ 27 ] 1940 sería el año de auge del movimiento, pues al entrar como jefe nacional de la UNS, Salvador Abascal, ya se podía decir que el sinarquismo era un movimiento de alcances nacionales.[ 28 ]

El catolicismo, el nacionalismo, el hispanismo, el anticomunismo, el antiyanquismo y la historia de México fueron los puntales del marco ideológico. De sus postulados, los líderes sinarcas sacaron aquellos puntos o principios que se apegaban a los requerimientos de la sociedad que deseaban transformar. A partir de esto, produjeron documentos como los 16 puntos básicos (1939), el Pentálogo sinarquista (1937) y las normas de conducta (1939 y 1940), así como numerosos manifiestos y proclamas que declaraban una posición ideológica-programática para el orden sinarquista. Basados en esos documentos, constituyeron la ideología en el motor de la acción, el reclutamiento, el programa y la manifestación pública del movimiento. Sus conceptos, principios, apreciaciones, valores, etcétera, serían la base de la acción sinarquista, así como el puntal de su permanencia como movimiento ideológico hasta el presente.

El sinarquismo se constituyó, en esta etapa, en un movimiento ideológico que, mediante un misticismo (me atrevería a definirlo como milenarismo mesiánico) popular, intentaría luchar contra un orden sociopolítico, lejano de la tradición e idiosincrasia de una sociedad que no deseaba cambiar progresivamente -o que si lo deseaba no se atrevía a asimilar el cambio-.[ 29 ] La ideología desempeñó un papel fundamental en el crecimiento expansivo y el auge del movimiento, sobre todo, en la región de ese Bajío hispanista y tradicional que lo vio nacer y desarrollarse. Hasta la fecha, la ideología sinarquista sigue siendo el motor de la UNS, y de la presencia de una militancia que apoya sociopolíticamente a la organización, como un rescoldo de aquel pasado lleno de expectativas y de ánimos.

La plataforma política, social, económica y cultural del movimiento se formó, casi en su totalidad, a mediados de 1939. Basada en el marco ideológico y en algunos documentos, el programa sinarquista dio voz y voto a la sociedad campesina, obrera y clasemediera. Era la concreción de las demandas de una sociedad católica descontenta con el orden implantado por el cardenismo. La ambigüedad y la contradicción fueron una característica del programa-proyecto sinarquista; sin embargo, sus postulados, principios y objetivos dieron cauce a demandas sociales y políticas reales. Esto le trajo a la UNS un apoyo social importante y ascendente que la convirtió en la representante (por no decir la única vanguardia) de la derecha mexicana en la época de Cárdenas, condicionando su permanencia en el contexto del sistema político nacional durante muchos años.

El crecimiento territorial y numérico del movimiento fue en ascenso constante, gracias al provecho que la ideología y el programa sinarquistas sacaron del descontento popular. La atracción de miles de personas, a las filas de la UNS, acrecentó la fuerza del movimiento. La acción cívica, la simbología católica y el programa de resolución inmediata a los problemas sociales ejercieron un papel fundamental en el crecimiento numérico del sinarquismo. Rancherías, pueblos, colonias populares y ciudades de la provincia bajiense enteras pasaron a formar parte del movimiento "salvador", "espiritual". La UNS daba salida a los problemas sociales de esas poblaciones, era una especie de alternativa para rebelarse contra el sistema posrevolucionario. La propaganda negativa contra el régimen cardenista ejerció un papel de imán en los sectores y grupos populares del Bajío. En 1939, esta región se encontraba sinarquizada hasta la médula. Los números de militantes, inflados o no, evidenciaban el arrastre social que el movimiento logró en los primeros tres años.[ 30 ]

En septiembre de 1939 una comisión revisora de la UNS calculó en 60 000 el número de militantes activos en el país. Para fines de año se esperaba contar con 90 000 gracias a las actividades de la Brigada Nacional de Propaganda.[ 31 ] A los estados de Guanajuato, Querétaro, Michoacán, Jalisco, San Luis Potosí, Colima y Aguascalientes pertenecía 90% de esos militantes. El número de comités había ascendido a 102, distribuidos en toda la república. En la segunda junta nacional (septiembre de 1939) estaban representadas 80 poblaciones de 19 estados de la república. El número de sinarquistas, en relación con la población por estados, sólo en el Bajío -en esa fecha- era como sigue:

Estado
% con respecto
al total estatal
Guanajuato
5 -6%
Jalisco
1%
Michoacán
5 -6%
Querétaro
5-6% [ 32 ]

El ascenso de la militancia sinarquista por año en todo el país era impresionante.

Año
Número de militantes
1937
5 000
1938
30 000
1939
90 000
1940
230 000
1941
360 000
1943
560 000 [ 33 ]

Hacia 1940, el Bajío aportaba 68% de la militancia sinarquista, que en conjunto contaba con 155 000 militantes distribuidos como sigue: Guanajuato 65 000; Michoacán 60 000; Jalisco de 15 000 a 20 000; y Querétaro 15 000.[ 34 ] La expansión del movimiento a otros territorios aminoró el número de militantes del Bajío, aunque en esta región seguía aumentando considerablemente. El censo de la UNS, en 1940, así lo demostraba.[ 35 ] El reclutamiento efectivo y constante en rancherías, pueblos, haciendas, fábricas y ciudades enteras, y que realizaba la Brigada Nacional de Propaganda a partir de 1939, acrecentaba el número de militantes activos.[ 36 ]

A partir de 1939, el movimiento sinarquista alcanzó una fuerza sociopolítica regional inusitada. Los estados de Guanajuato, Michoacán, Querétaro y Jalisco eran los más activos por el número de manifestaciones locales-regionales del movimiento. Así lo mostraba un dictamen de la comisión revisora de la UNS en un informe presentado en la primera junta de jefes sinarquistas en Tacubaya, Distrito Federal.[ 37 ]

Por la cantidad de movilizaciones y el número de contingentes movilizados en el periodo 1939-1944, el sinarquismo alcanzó una fuerza social considerable en los estados del Bajío, frente al gobierno posrevolucionario. A partir de mayo de 1939, los sinarquistas comenzaron a organizar marchas sobre las ciudades importantes del Bajío, como León, Morelia, Querétaro, Guanajuato y Guadalajara, que tenían como fin la muestra de la fuerza popular sinarquista, para intimidar a las autoridades. Estas marchas movilizaban a los numerosos contingentes del Bajío, y eran consideradas como una intimidación del movimiento al régimen.[ 38 ]

Los mítines de protesta, las campañas contra la educación, las ceremonias de abanderamiento, las asambleas de fuerza y las celebraciones fueron la principal causa de las movilizaciones frecuentes. El ritmo no se pararía hasta 1944, cuando el movimiento perdió fuerza. Esta apoteosis movilizadora fue considerada por el régimen como una avanzada reaccionaria, conservadora y fascista que, si se orientaba a la toma del poder, haría peligrar la estabilidad sociopolítica de la sociedad y el Estado. Fue entonces cuando el adversario decidió combatir el movimiento en todos los frentes. Este combate surtiría efecto, sin embargo, hasta 1944. Mientras tanto, la fuerza de la acción sinarquista no aminoró el ritmo.[ 39 ]

El despegue regional-nacional del sinarquismo tuvo un éxito sin precedentes en los primeros tres años de existencia. Para los católicos y la jerarquía se abrió de nuevo una posibilidad, un punto de luz, para el éxito contra los posrevolucionarios. El sinarquismo regional significó el triunfo y arraigo social de las demandas sociocatólicas, por lo que se esperaba el triunfo contra el gobierno cardenista en un mediano plazo. Sublevada la región en esa forma, se esperaba levantar la sociedad nacional en su conjunto.

El periodo nacional autoritario, 1940-1943

En este lapso de tiempo, el sinarquismo se vio fortalecido por la política que el gobierno de Manuel Ávila Camacho desarrolló. En esos años, la unidad nacional y la consolidación política se impusieron como una forma de cohesión sociopolítica nacional de grupos, clases y organizaciones en torno al presidente. Esta directriz política era necesaria frente a un contexto internacional de guerra. Como consecuencia del gobierno cardenista y del resultado de las elecciones de 1940, el enfrentamiento entre grupos y organizaciones, la división en el seno de la oficialidad, la inestabilidad sociopolítica y el desequilibrio económico crearon un clima nada favorable en el país, que lo hacía vulnerable frente a los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial. El nuevo presidente, de tendencia moderada conciliadora -catalogado como de tendencia centroderechista- tuvo que desarrollar una estrategia política que uniera, reconciliara y juntara a los distintos grupos, organizaciones y clases, para fortalecer la unidad nacional frente al exterior en guerra.

La política de Ávila Camacho favoreció a la derecha mexicana, especialmente, a la que se identificaba con la Iglesia, es decir, la derecha católica. El sinarquismo se vio beneficiado con el pacto que la UNS de Zermeño había establecido con el entonces candidato oficial Ávila Camacho en enero de 1940. La posición adoptada en las elecciones, por parte de los sinarquistas, benefició grandemente al movimiento. Con la política de unidad nacional la UNS se identificó, lo que favoreció que tuviera una activa participación en la correlación de fuerzas que se estableció con el nuevo gobierno.

A partir de agosto de 1940, el movimiento sinarquista adquirió una importancia mayúscula en la vida social y política de México. El nuevo jefe nacional de la UNS, Salvador Abascal, dio gran impulso combativo al movimiento, a través del aumento de la militancia, la frecuencia de las acciones y la presión contra el gobierno. La organización abascalista adquirió mayor combatividad, mediante estrategias y tácticas que ampliaron la fuerza sociopolítica nacional del sinarquismo. Fue entonces cuando el movimiento logró traspasar los límites regionales del Bajío y cuando se convirtió en cabeza de la derecha católica mexicana. El líder Abascal, católico ultraconservador, impregnó al movimiento de rasgos autoritarios de tipo fascista-falangista, por su obsesión por la disciplina, la organización jerárquico-militarizada, el culto al jefe, el nacionalismo patriotero, el anticomunismo acendrado, el hispanismo tradicionalista y la resistencia cívico-social. Estos rasgos permitieron ampliar la fuerza social sinarquista, así como el grado de combatividad del movimiento.

En la etapa abascalista, el sinarquismo entró a una etapa de auge sociopolítico. La capacidad de movilización y crítica contra el gobierno avilacamachista alcanzó niveles peligrosos para el statu quo, lo que permitió que el gobierno estableciera un diálogo constante con el movimiento. Los adversarios cardenistas, comunistas y oficiales de la UNS desplegaron una campaña propagandística y movilizadora contra el sinarquismo, cuyos fundamentos y críticas se centraban en la acusación -injustificada y carente de objetividad- de que el movimiento era dirigido por las potencias del Eje Berlín-Roma-Tokio, que querían que México se convirtiera en adversario de las democracias occidentales (Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia). Sin embargo, la UNS desplegó campañas de ataque y crítica contra sus adversarios -como forma de defensa- apegadas a la política y el discurso de la unidad nacional. Los ataques del movimiento, frecuentes y esporádicos, adquirieron un tono cada vez más fuerte y combativo, sustentado en la propia fortaleza sociopolítica que el sinarquismo adquiriría con el paso del tiempo. Esta capacidad movilizadora de la opinión pública, de la crítica y la protesta sociales convirtieron al movimiento en el representante por excelencia de la oposición gubernamental, y en una de las principales fuerzas durante el régimen avilacamachista.

En el Bajío, el sinarquismo adquirió una gran capacidad para movilizar la sociedad. En esta etapa se convirtió en el representante genuino de las masas católicas del Bajío. La fuerza social regional se expresó en continuas manifestaciones, movilizaciones, marchas y mítines antigobiernistas que le aseguraron un aumento de su fuerza política. Muchas localidades de la región llegaron a ser controladas políticamente por los sinarquistas, a pesar de que éstos no querían la toma del poder en ese momento. Sin embargo, la presencia sociopolítica era indispensable. Este hecho permitió que el movimiento se expandiera a otros espacios regionales del país, constituyéndose en una fuerza sociopolítica nacional de primer orden.[ 40 ]

El sinarquismo se enmarcó dentro de la política que el nuevo presidente desarrolló. La unidad nacional era un objetivo por el que luchaba también el movimiento. El apoyo de la UNS al presidente se concretó a partir de 1941, cuando se declaró el colaboracionismo del sinarquismo en obras de bien común, en la pacificación del campo, en expresar las demandas de las masas populares de manera pacífica, en la batalla por la producción y en la campaña contra el analfabetismo. Aunque la lucha de la UNS se siguió enmarcando en el campo de la oposición y crítica al gobierno, el movimiento se enmarcó en la política de unión nacional, haciendo de su acción un catalizador del descontento popular, contra el orden de cosas existente y una expresión de las demandas de la sociedad para con el Estado. La combatividad del sinarquismo siguió creciendo y manifestándose, sin que el gobierno procurara siquiera entorpecerlo. Aunque no existía una alianza explícita, el sinarquismo colaboraba con la estrategia avilacamachista de la unidad nacional. Sin embargo, los conflictos del movimiento con el gobierno no fueron pocos. El enfrentamiento con los adversarios cardenistas, cetemistas, comunistas, etcétera, siguió siendo la tónica del movimiento. El apoyo implícito de Ávila Camacho permitió que la UNS incrementara su importancia como fuerza sociopolítica de primer orden, al lado de la derecha.

El apoyo de la UNS al gobierno se centró en la labor pacifista del movimiento en las masas descontentas. La canalización de demandas y la disminución de acciones y críticas antigobiernistas, enmarcadas en la idea de la "unidad nacional", puso el acento de la acción del movimiento a partir de 1941. La actitud apolítica de la UNS también permitió el apoyo del presidente, pues de esta manera no representaba un peligro para el régimen.[ 41 ]

En los primeros días de agosto de 1940, se decidió el nombramiento de Salvador Abascal como jefe nacional de la UNS, cuyo desenvolvimiento como propagador de la "Base" y su fuerza autoritaria y organizadora le habían creado mucha popularidad en las filas del movimiento. La personalidad de Abascal, su amistad con la alta jerarquía de la Iglesia, su apego a los miembros de la "Base" y su popularidad fueron los determinantes que condicionaron la decisión del consejo supremo para nombrarlo jefe nacional.[ 42 ] Abascal le imprimió al movimiento una buena dosis de milenarismo, autoritarismo, subjetivismo psicologista, rasgos fascistoides-falangistas, valores cristianos apocalípticos, simbología martirológica, antiyanquismo, hispanismo y catolicismo. La mística del espíritu sinarquista se constituyó en un factor atrayente y cautivante que el movimiento supo utilizar para la movilización socioideológica. Todo se debía a las características que el jefe Abascal supo integrar a la lucha sinarquista, no sólo como factor de reclutamiento, sino como elementos caracterizadores del mismo movimiento.[ 43 ]

La lucha contrarrevolucionaria de la UNS pugnaba por los siguientes objetivos en 1941:

  1. que los ejidatarios y los campesinos fueran los dueños de sus personas y verdaderos propietarios de una parcela que llenara las necesidades de sus familias;
  2. que el obrero no perdiera ninguna de las ventajas adquiridas frente a los gobiernos posrevolucionarios y que, además, conquistara para siempre el salario familiar y una participación en las utilidades de las empresas, y no más líderes que se vendieran al patrón o al político;
  3. que no se obligara a los obreros y campesinos a "odiar a nadie" ni mucho menos a convertirse en asesinos;
  4. que a los ejidatarios se les diera maquinaria agrícola en lugar de carabinas, que no servían para "defender a México", sino para que las reservas agrarias asesinaran y robaran a los mismos ejidatarios;
  5. que no se obligara a los obreros y campesinos a concurrir a manifestaciones ni a votar por quien quería el líder;
  6. que se fundaran instituciones de crédito en beneficio de obreros y campesinos, sin que se les pidiera a cambio la conciencia y el fruto de su trabajo, sino el pago honrado del préstamo;
  7. construcción de caminos, presas y pequeñas obras de irrigación, pero al costo real;
  8. la creación de nuevas fuentes de riquezas, en beneficio de los necesitados y del pueblo entero;
  9. el castigo a campesinos, ladrones y corruptos del gobierno y del campo;
  10. la unidad nacional para que se crearan las condiciones indispensables para lograr la independencia nacional;
  11. que el Partido Comunista fuera disuelto por ser un peligro para la seguridad interior;
  12. que el PRM fuera disuelto también, pues era instrumento del comunismo internacional; y
  13. que se expulsara a los comunistas y cardenistas de los puestos públicos y de los sindicatos.[ 44 ]

Algunas demandas sociopolíticas y socioeconómicas de las masas populares eran tomadas por la UNS para expresar las razones de su lucha contrarrevolucionaria.

El movimiento sinarquista era un fenómeno político de primer orden en el Bajío, sobre todo en los niveles locales, donde la población lo consideraba como un medio organizativo que lograría derribar, en poco tiempo, a los revolucionarios del poder. Los adversarios consideraban que la UNS estaba en posibilidad de luchar políticamente y ganar terreno al régimen.[ 45 ] El poder social de los sinarquistas en la región había logrado cierto status en el seno de la población, pero los dirigentes rechazaban cualquier participación del movimiento en lides electorales locales y regionales, a pesar de contar con un considerable apoyo social, que podía ser canalizado políticamente.[ 46 ]

Los años de 1940 y 1941 representaron para los sinarquistas un parteaguas. Gracias a la organización abascalista, al espíritu de milicia, a la combatividad demostrada en las frecuentes movilizaciones, al crecimiento numérico de los militantes y al éxito organizativo y de la acción sinarquistas, la UNS se convirtió no sólo en una de las principales fuerzas sociopolíticas de oposición en México, sino la única. Los 400 000 o quizá 500 000 sinarquistas del país en 1941 representaban la importancia social y política que había adquirido el movimiento. Las grandes marchas sobre las ciudades más importantes del Bajío (León, Querétaro, Morelia, Guadalajara) manifestaron la fuerza nacional y regional que la UNS estaba cobrando. Las constantes y frecuentes concentraciones, mítines, asambleas y protestas en las localidades de los estados del centro-oeste y el incremento numérico de militantes, en otros confines regionales y locales de México, reflejaron una fuerza nunca antes vista. La provincia bajiense se manifestó como plenamente sinarquista, y las masas populares del país no disimularon su atracción por la ideología, el programa y la acción sinarcas.[ 47 ]

La militancia sinarquista, entre 1940 y 1943, osciló a nivel nacional entre los 300 000 y los 500 000. El crecimiento numérico era impresionante, la expansión territorial salió de los estados del centro del país, la ampliación en diversos sectores y clases sociales ocasionó un apoyo masivo pluriclasista. Todo se debió a las estrategias, las tácticas y las orientaciones que Salvador Abascal había impreso al movimiento.

Para el periodo 1940-1943, la militancia sinarquista regional (con respecto a la población estatal) osciló numéricamente así:[ 48 ] en Guanajuato había 75 000 sinarquistas y el estado poseía una población de un millón de personas, es decir 7.5% de la población estaba afiliado al movimiento; en Jalisco había 20 965 sinarquistas, que representaban 1.5% de la población, compuesta por 1 400 000 habitantes; en Michoacán, que contaba con 1 166 000 habitantes, había 85 000 sinarquistas, que significaban 7.3% de la población; y en Querétaro existían 25 000 sinarquistas, de 243 500 habitantes, o sea, 10% de la población era sinarquista.[ 49 ] El conjunto del Bajío poseía, en este periodo, 66.3% de la militancia sinarca con respecto al total nacional, dato que refleja el fenómeno del movimiento en la región.[ 50 ] La militancia popular del sinarquismo se vio incrementada por el estilo abascalista. El incremento numérico del movimiento reflejó la atracción que ejerció la ideología, el programa y el estilo de Abascal en las masas populares regionales y nacionales. Las bases de la propaganda, el reclutamiento y la labor de la brigada misionera cumplieron el papel que les asignó Abascal para la expansión de la militancia.

Las concentraciones más importantes, por el número de contingentes movilizados y por su significación para la fuerza del movimiento, fueron las "marchas" que se sucedieron sobre las ciudades más importantes del Bajío, entre 1940 y 1942.

Esas concentraciones constituían "auténticas fiestas regionales",[ 51 ] donde se manifestaba la fuerza numérica y organizativa de los sinarquistas. Las marchas sobre León (mayo de 1940, mayo de 1941, mayo de 1942), Morelia (la más importante en mayo de 1941), Querétaro (enero y julio de 1941) y Guadalajara (en febrero de 1941) fueron acciones públicas que lograron movilizar entre quince mil y ochenta mil sinarquistas del centro del país. Aunado a las concentraciones de celebración o festejo, a las asambleas de abanderamientos de comités, a movilizaciones de protesta contra el artículo tercero o contra las reservas agrarias y a la labor propagandista y de reclutamiento, el Bajío se constituyó en un escenario donde la ebullición y expresión sinarquista eran muy intensas, frecuentes y constantes. Ningún movimiento había logrado la movilización de la sociedad bajiense, como el sinarquismo.[ 52 ]

La represión contra la militancia de la UNS se llevó a cabo más cruentamente en Michoacán, Guanajuato, Jalisco y Querétaro, por orden de importancia. Mucho influyó la campaña persecutoria que los adversarios realizaban. Los choques violentos, los enfrentamientos, las muertes y los atropellos contra los sinarcas fueron parte de la vida cotidiana de los mismos, en los niveles locales. De 1941 a 1943 se encarceló a 384 hombres en el Bajío, propagandistas, jefes y bases sociales. Michoacán fue el estado donde más se reprimieron las actividades del movimiento por la fuerza que poseían las huestes y las reservas agraristas.[ 53 ]

Las localidades más conflictivas, en el periodo 1940-1943, fueron: Zinapécuaro, Queréndaro, El Crucero, Santa Ana Maya, Tanátaro, Puruándiro, Uruapan, Zitácuaro, La Huacana, Chamacuero, Ario de Rosales, La Piedad, Lagunillas, Morelia, Arteaga, Tlalpujahua, Jacona, Indaparapeo, Tacámbaro, Apatzingán, Pátzcuaro, Ciudad Hidalgo, Tingambato y Tanhuato (en Michoacán); Acámbaro, Valle de Santiago, Ocampo, Celaya, Comonfort, San Luis de la Paz, Moroleón, Irapuato, Coroneo, Yuriria, San Felipe, Santiago Maravatío, Apaseo, San Lucas, Santa Cruz, Salvatierra, Salamanca, Silao y San Francisco del Rincón (en Guanajuato); Palo Alto, Huimilpan y Querétaro (en el estado del mismo nombre); y San Juan de los Lagos, San Julián, Ciudad Guzmán, Teuchitlán, Unión de San Antonio, Tamazula, Lagos de Moreno, El Salto, La Barca, Atotonilco el Alto y Chapala (en Jalisco).[ 54 ] La inestabilidad producida por los enfrentamientos constantes entre agraristas y sinarquistas fue materia de preocupación para las autoridades. El presidente giró instrucciones, en mayo de 1942, a las autoridades militares y a los gobernadores, para que procuraran la pacificación en esos lugares. Los sinarquistas habían logrado la pacificación de los ex cristeros de la Segunda en 1941, y en el siguiente año procuraban calmar la ebullición producida en el campo por la conscripción militar (que el presidente decretó por el estado de guerra), pero no habían logrado calmar los ánimos de las reservas agrarias que continuaban reprimiendo cruentamente al movimiento.[ 55 ]

A partir de 1942, el movimiento comenzó a vivir un proceso que lo conduciría a una crisis. Aunque vivía su etapa de auge, empezaron a surgir elementos que lo llevarían a una etapa crítica, que casi lo desapareció como fuerza sociopolítica nacional. Al dejar Salvador Abascal la jefatura de la UNS, por los pleitos con la "Base" y la obra colonizadora en Baja California, el nuevo jefe, Manuel Torres Bueno, comenzó a dirigir al sinarquismo hacia una moderación en la crítica oposicionista y en la acción. La manipulación de la "Base", de la jerarquía, del gobierno avilacamachista y de los estadounidenses, más la posición moderada-legalista de Torres Bueno, condujeron a que el movimiento, en 1943, perdiera combatividad, fuerza expansiva y capacidad para combatir los obstáculos. Aunque el estilo abascalista siguió perdurando, el estilo que Torres Bueno imprimió al movimiento, lo condujo a un serio proceso de estancamiento y letargo que, a partir de 1944, casi logra desaparecerlo del mapa.

Crisis y letargo del movimiento sinarquista.
El encuadramiento regional, 1943-1945

El sinarquismo entró en un franco proceso de decadencia y crisis nacional, a partir de diciembre de 1943. Las contradicciones entre los líderes, la pérdida gradual del espíritu de lucha, la manipulación de la "Base", la jerarquía y el gobierno, y el cambio de ciertas orientaciones ideológico-programáticas, parecieron ser la causa primordial de esa crisis. El estilo de Manuel Torres Bueno para dirigir hizo mella en la militancia, acostumbrada a las grandes y constantes concentraciones, a la actividad febril y combativa. Hacia 1943 comenzó a disminuir el reclutamiento y el número de militantes activos en el nivel nacional. Todo indicaba que se avecinaba una crisis global de la fuerza sociopolítica sinarquista. En el transcurso del siguiente año la crisis se manifestó en el frente interno y externo. Se puso en evidencia la capacidad de la UNS para sortear los escollos más difíciles de su corta historia.

Los problemas entre Torres Bueno y Salvador Abascal en el transcurso de 1943 condicionaron que el primero deseara reestructurar la organización y orientar el movimiento a posiciones más moderadas y conciliadoras. En octubre de ese año se reestructuró el comité nacional, pues muchos hombres (como Alfonso Trueba) estaban a favor de Abascal, y representaban un contrapeso contra las orientaciones moderadas de Torres Bueno. La camarilla torresbuenista logró imponerse en la V Junta Nacional de jefes, contra las orientaciones divisionistas y extremistas de Abascal, que se encontraba a disgusto con las posiciones progobiernistas, proyanquis y moderadas que el movimiento había tomado desde 1942. La disolución y el inconformismo de Abascal se manifestó en la atmósfera de la reunión de jefes. Los sacrificios de la colonización bajacaliforniana no habían sido mitigados por la UNS, y esto tenía muy disgustado al ex jefe nacional, pues consideraba que Torres Bueno y Santacruz habían establecido un plan para que fracasara. La evidencia era que la UNS, a pesar de contar con recursos, no apoyaba las necesidades económicas y técnicas de la colonización. Al apartar a los abascalistas del comité nacional, se mostraba la mala disposición de la "Base" y de Torres Bueno contra las orientaciones e influencia de "el cruzado" Abascal. El conflicto entre líderes era muy fuerte y permeó los ánimos de la reunión, a donde no había sido invitado el jefe de la colonización.

Las conclusiones de la V Junta Nacional reflejaron la influencia que la "Base" ejerció sobre Torres Bueno y, sobre todo, el cambio de orientaciones que sufriría el movimiento. Se volvió a reafirmar que el sinarquismo luchaba por la implantación del orden social cristiano en México, y que era un movimiento cívico-político inspirado en la doctrina social de la Iglesia. Se desmenuzaron los objetivos de las actividades la UNS y la nueva táctica de lucha cívico-social.[ 56 ]

El proyecto torresbuenista, apoyado por la "Base", realizaba la combatividad, la protesta y la acción opositora como elementos fundamentales del movimiento. El apego a la política del régimen era muy evidente, y el control de orientación proyanqui y cívico de la "Base" era obvio. Todo esto representó un ataque a las orientaciones extremistas-radicales que Salvador Abascal había impreso al sinarquismo. El rompimiento por esta causa evidenciaba una crisis, pues los abascalistas empezaron a oponerse a la reestructuración aprobada en la junta nacional.[ 57 ]

La crisis de junio-agosto de 1944 puso en jaque al movimiento. Las acciones externas del gobierno y de los adversarios, los conflictos internos entre los líderes, los problemas con la "Base" y la disminución de la militancia y la acción crearon un clima adverso para los sinarquistas. Lo que más afectó a la UNS fueron las acciones del gobierno avilacamachista que se dieron por las impertinencias de Abascal. El combate legal y la persecución no violenta del régimen tuvieron buenos resultados, pues desde ese momento la acción sinarquista disminuyó grandemente en aquellas regiones donde su fuerza era incontenible, especialmente en el Bajío. A pesar de todo, el movimiento siguió manteniendo su organización y sus labores sociales, pero la fuerza opositora se vio seriamente dañada.

La ruptura Torres Bueno-"Base", a mediados de 1944, permitió consolidar la autonomía del sinarquismo y la ruptura de la tripolaridad del mando. Las diferencias entre la "Base" y la UNS, por la nueva orientación política torresbuenista, eran insalvables. Durante 1945, la UNS logró limpiarse del mando y control de la jerarquía y de los baseros santacrucistas jesuitas. La facción torresbuenista logró imponerse frente a la facción radical de Abascal y frente a la facción tradicional de Santacruz. La crisis de mando fue un reflejo del divisionismo faccional, donde se dirimía la orientación futura que iba a desarrollar el sinarquismo.[ 58 ]

La facción athíesta fue creada el 5 de febrero de 1945, por maniobra de Santacruz, para crear un movimiento que continuara la lucha sinarquista, desligada de las orientaciones torresbuenistas. La "Base" aseguraba el control de otro movimiento, del que se esperaba la movilización cívico-social, apegada (lo más posible) a las necesidades de la acción católica pacífica, piadosa, moral, social y tradicional. Para fines de 1945, la facción contaba con el apoyo de un poco más de 90 000 militantes a nivel nacional. Según las estadísticas de la facción, la militancia bajiense que los apoyaba se repartía así:

Estado
Hombres
Mujeres
Querétaro

14 600
4 000
Michoacán
9 000
2 000
Jalisco
5 000
300
Guanajuato
400
120
Totales
29 000
6 420
Total global
35 420[ 59 ]
--

Con respecto al total (93 236), el Bajío aportaba 38% de la militancia athíesta. Esta militancia había sido arrancada a los torresbuenistas, con los trabajos de un año, lo que representaba que no todos los militantes estaban de acuerdo con las tendencias de Torres Bueno. Querétaro, por ejemplo, se volvió athíesta casi por completo, y Guanajuato, Jalisco y Michoacán siguieron siendo dominio de los torresbuenistas casi por completo.[ 60 ]

De principios de 1944 a mediados de 1945, la crisis interna de la UNS, los problemas con el gobierno, la "Base" y la disidencia, así como la persecución adversaria ocasionaron la contracción de la acción y expresión del movimiento. A pesar de que la organización en el Bajío continuó trabajando y funcionando, la pérdida de combatividad y el letargo de la acción aminoraron cada vez más la fuerza sociopolítica alcanzada. El desconcierto de la militancia comenzó a hacer estragos. El desprestigio, la falta de fondos económicos, la carencia de comunicación y la solución de los problemas internos retrasaron y estancaron la acción, la crítica frecuente al statu quo y la expresión sociopolítica-ideológica del sinarquismo. El cisma interno, el cisma con el gobierno, con la "Base" y la jerarquía y el desprestigio ante la opinión pública ocasionaron la pérdida de la fuerza numérica, el estancamiento de la organización y el letargo regresivo de la capacidad organizativa y movilizadora. La UNS entró a una etapa de impasse de la que no se sabía si iba a resurgir.[ 61 ]

La presencia regional del movimiento no se vio disminuida por la crisis nacional de la UNS. La acción pública se contrajo mucho, aunque la acción organizativa continuó como una forma de sobrevivencia. En agosto de 1944 se controlaban 568 comités (regionales, municipales, rurales y urbanos) en el nivel nacional. Esta cifra comenzó a declinar con rapidez; sobre todo, los subcomités empezaron a desaparecer y disolverse. En el nivel regional, sin embargo, siempre tuvo su organización bien cimentada, principalmente en la región del Bajío, las Huastecas y el sur de México. En el Bajío, en agosto de 1944, se controlaban 218 comités (43 Guanajuato, 83 Jalisco, 86 Michoacán y 6 Querétaro), que representaban 38.4% con respecto al total nacional. De esos comités se perdieron, en el periodo de crisis, 3 en Guanajuato, 2 en Jalisco, 10 en Michoacán y los 6 de Querétaro, es decir, 21 comités, que representaron una pérdida de 9.6% (con respecto al total regional) hasta fines de 1945.[ 62 ]

La capacidad organizativa en el Bajío no se vio afectada como en el nivel nacional, lo que permitió que el sinarquismo continuara presente como una fuerza sociopolítica de primer orden. La acción pública sí se vio afectada por las prohibiciones de las autoridades y los conflictos internos, pero los sinarcas continuaron reuniéndose en privado y en familia como una forma de mantener su organización. Guanajuato fue el estado más activo en el periodo de crisis, pues sus 43 comités continuaron funcionando normalmente, mediante actividades educativas, sociales y organizativas. En Jalisco, los comités de Los Altos y sur del estado también funcionaron de esa manera. En Michoacán, los comités se toparon con serios obstáculos para trabajar, por la disidencia, la represión de las reservas y el desaliento, pero la estructura organizativa se mantuvo. Y en Querétaro se perdió la organización y un gran número de militancia, ya que los comités de ese estado fueron absorbidos por la facción de Athié-Santacruz.[ 63 ]

El cisma externo y el interno sí produjeron desaliento y desorientación, pero la organización y el constante diálogo permitieron que, a partir de marzo de 1945, el movimiento comenzara a resurgir de "entre los escombros". Las bases regionales bajienses estuvieron listas para cuando el comité nacional anunció la reorganización. El estancamiento de la acción pública favoreció que los sinarquistas encuadraran su acción a labores meramente organizativas que, llegado el momento, sirvieron para que resurgiera. El 23 de mayo de 1945, la concentración de aniversario en León (donde se anunció el cambio de jefatura nacional, de Torres Bueno a González Sánchez) aglutinó a más de diez mil personas. Esta concentración evidenció que los sinarquistas no estaban desunidos en la región del Bajío, y que su presencia se había mantenido por el arraigo que el movimiento tenía.[ 64 ]

El encuadramiento regional de la acción-organización sinarquista, sobre todo en el Bajío, fue una respuesta que el movimiento tuvo ante la pérdida del auge nacional y el contexto de crisis interna y externa. Esta respuesta fue determinante para que la UNS no quedara fulminada, y reestableció las bases organizativas de las que iba a surgir el movimiento político después de 1945.

La alternativa politizadora permitía cruzar el umbral del poder, que había sido una contradicción del movimiento desde su nacimiento. Desde agosto de 1944, Torres Bueno planeó la forma en que el sinarquismo se politizaría. Ya había pasado la etapa de la lucha cívico-social, y era indispensable orientar políticamente al movimiento en un periodo en que se arriesgaba la existencia misma de la UNS. Pese a las aclaraciones donde se afirmaba la "apoliticidad", Torres Bueno y su gente empezaron a crear estrategias internas, a nivel local y regional, conducentes a lograr la participación política del sinarquismo.[ 65 ] Los obstáculos externos e internos impidieron que la UNS se lanzara inmediatamente a la conquista del poder. Pero la idea permeó las acciones del movimiento hasta fines de 1945, cuando se decidió pasar el umbral y lanzar el sinarquismo a la lucha política.[ 66 ]

La labor cívica, organizativa y social del sinarquismo torresbuenista en los años 1943-1945 permitió que el movimiento sostuviera su fuerza social regional en el Bajío, y que cimentara su arraigo socioideológico en las masas populares regionales. Ante la pérdida del auge nacional y la capacidad movilizadora, los jóvenes y las mujeres continuaron impulsando la organización social, mediante trabajos educativos, de bienestar social y de campañas de higiene, pro bien común, pro católicas. Los jóvenes sostuvieron las actividades organizativas durante el lapso de crisis, lo que aseguró el reforzamiento de la ideología, la unidad-cohesión de las bases sociales, y el mantenimiento de la estructura organizativa. En los estados del Bajío, las organizaciones juvenil y femenil permitieron cohesionar a los militantes y encauzar las actividades cívico-sociales de la UNS, sin que la crisis interna afectara la unidad por la falta de la acción pública.

Para octubre de 1945, el sinarquismo empezó a funcionar de nuevo con movilizaciones y organización, sin las trabas del gobierno. Este resurgimiento se dio de manera intensa en el Bajío, donde la UNS ya funcionaba normalmente, a través de asambleas, mítines, proselitismo y organización. En ese mismo mes, el comité nacional dialogó con el Episcopado, y con la "Base", para que ni los sacerdotes ni la facción de Athié, entorpecieran la labor del movimiento en el Bajío.[ 67 ]

Los estados más activos a finales de 1945 fueron Michoacán, Querétaro, Guanajuato, Jalisco, Aguascalientes y San Luis Potosí.[ 68 ] El retorno del movimiento, mediante la movilización, la protesta y la crítica, fue síntoma de la renovación, el arraigo y la presencia del sinarquismo en la región. En la junta anual de jerarquías nacionales, en diciembre de 1945, se formuló el plan político del movimiento. En los primeros meses de 1946 se daría a conocer la forma en que los sinarquistas participarían en la lucha política regional y nacional. Se inauguraba la nueva época del movimiento, y los torresbuenistas consideraron que la continuidad de la lucha sinarquista se encontraba en el lanzamiento de la UNS a la conquista del poder, sin descuidar la obra cívico-social.[ 69 ]

La renovación-continuidad del movimiento social
entre la acción social y la acción política, 1945-1951

Durante las jefaturas de Gildardo González Sánchez (1945-1947) y de Luis Martínez Narezo (1947-1951), el sinarquismo vivió un intenso reflujo y continuidad en la región. Intentando convertirlo en una fuerza política nacional de primer orden, el movimiento se dirigió a través de una contradicción aparente: la acción social y/o la acción política. En el Bajío resurgió a pesar de la contradicción, moviendo, organizando y levantando a la sociedad popular, católica, campesina, opositora por excelencia al régimen y al sistema político posrevolucionarios. El sinarquismo adquirió impulso y representó una alternativa política seria de las masas sociales que lo apoyaban. La conquista del poder, por fin, fue un objetivo preciso, ya que sólo así se podía establecer en México el orden social cristiano-sinárquico.

En la jefatura de González Sánchez el movimiento se reestructuró y renovó, no sólo en respecto de la organización, sino en el ámbito de los métodos, orientaciones, estrategias, tácticas y programa. Esta renovación permitió el resurgimiento de la movilización sinarquista y el auge regional en el Bajío. Los objetivos políticos del sinarquismo permearon el entusiasmo de los cuadros dirigentes y de la militancia fiel a los principios. Ya no había trabas internas secretas que limitaran las acciones. Ahora, libremente, la lucha contra los adversarios comunistas, sindicales, gobiernistas, etcétera, se haría frente a frente, sin las trabas de compromisos clandestinos y personalismos estériles. La lucha sinarca era más elevada, más política, menos emocional, menos subjetiva, como en el periodo anterior. Los rasgos milenaristas, psicologistas y mesiánicos, sin embargo, no desaparecieron porque eran parte viva de la identidad del movimiento.

Los torresbuenistas lograron imponer su proyecto sociopolítico en las características de la lucha. La conciliación con el gobierno avilacamachista y con el alemanismo por venir permitió que los sinarcas intentaran el resurgimiento y cimentaran el arraigo emocional del movimiento. Gracias al apoyo indirecto del gobierno, la renovación fue posible. La UNS recuperó su fuerza regional, y no fue viable que entrara a una etapa de auge nacional, como la que había vivido en 1941-1943. El encuadramiento regional de la acción y los intentos por resurgir nacionalmente fueron una característica del periodo de renovación.

En 1946, la UNS creó el Partido Fuerza Popular (PFP) como un brazo político a través del cual el movimiento lucharía por el poder local, regional y nacional. El partido se constituyó en una organización rectora de todo el movimiento. Éste se convirtió en el soporte social, ideológico y programático del nuevo partido. Las bases sociales y los cuadros dirigentes fueron el corpus fundamental de la organización política. La participación en las elecciones de 1946 y 1948 evidenció que el sinarquismo tenía fuerza y presencia en los estados del Bajío solamente. Esto permitió que la fórmula UNS-PFP intentara, y de hecho estableciera, alianzas con el PAN, cuya fuerza política nacional era innegable. En el proceso de aquellas elecciones, la derecha católica se unió, como un frente-contrapeso, en oposición al pri y al gobierno alemanista. Sin embargo, el sinarquismo político no logró éxitos significativos y, en 1949, el Estado arremetió contra el PFP y la UNS. De este golpe, el movimiento ya no se recuperó.[ 70 ]

Bajo las dos jefaturas de Luis Martínez Narezo, la actividad social del movimiento se recuperó arraigando su posición como fuerza sociopolítica regional. La militancia no se incrementó, pero se mantuvo un número significativo que era el sostén del movimiento. El campañismo "anti" (inaugurado por Torres Bueno) se mantuvo y se recuperó débilmente la combatividad, perdida desde que Abascal había abandonado la jefatura nacional. Martínez Narezo intentó la reconciliación de todos los sinarcas de la etapa de auge e imprimió al movimiento elementos que servirían para la cimentación de su arraigo. La contradicción entre acción política y acción social amplió las expectativas de las masas populares sinarcas. Sin embargo, la debilidad política hizo perder fuerza a la acción. Hacia 1951, el sinarquismo estaba liquidado y neutralizado como movimiento social opositor del sistema, precisamente porque la sabia política estaba negada para la UNS. Al faltar éxito político, el movimiento entró a una etapa de franco declive, putrefacción y decadencia. De ahí en adelante, la UNS intentaría la lucha política partidaria sin reestablecer el movimiento social, que pronto desapareció en cuanto tal.

Durante la época de Martínez Narezo, el sinarquismo intentó levantarse. Ciertamente, en esta etapa se continuó la acción social politizada, logrando arraigar y manifestarse en aquella región donde la militancia numérica y el apoyo social fueron una constante que reflejaba el arrastre y la presencia del sinarquismo. La alternativa política brindó la posibilidad del éxito del movimiento, pero las circunstancias y la fuerza del régimen impidieron cualquier éxito. El desencanto pronto sobrevino, aunque continuaría como fuerza socioideológica que heredaría, daría frutos, en los intentos políticos que la UNS emprendería en las próximas décadas.

El fortalecimiento de la organización, en el funcionamiento interno, en lo administrativo, en lo económico y en lo jerárquico, fue indispensable para cualquier reorganización que se emprendiera en el movimiento. Durante 1945, se formuló un proyecto de estatutos -los primeros de la UNS- que, finalmente, se aprobaron a principios de 1946. Era necesario normar, burocratizar y reglamentar todas las actividades de la organización rectora, en lo territorial, sectorial, económico, etcétera.[ 71 ] La organización rectora del movimiento se fortaleció por las medidas normativas, lo que impidió la disminución -cada vez más constante- de la militancia y las actividades cívico-sociales de la UNS. González Sánchez puso orden al desorden para tratar de resurgir el movimiento a la vida pública. Las restricciones estatutarias pronto dieron buenos resultados, para la homogeneización del sinarquismo y para la modernización organizacional de la UNS. Con esto se aseguraba la continuidad del movimiento y su apego a una modernización organizacional, de acuerdo con las nuevas circunstancias. A pesar de todo, la UNS seguía siendo una organización tradicional milenaria, autoritaria y conservadora, no sólo en cuanto a sus principios y programa, sino en cuanto a sus métodos y funcionamiento. No podía modernizarse como lo hacían los adversarios y el Estado contra los que luchaba.

El programa de demandas respondió, desde 1946, a la realización de la plataforma política y social: la autonomía del país con respecto a otros países; la autonomía económica cimentada en el desarrollo y progreso nacionales; el bien común como síntoma de justicia y estabilidad; los derechos democráticos del pueblo, a través de la participación, la igualdad y la representación; el combate a la corrupción gubernamental; la desaparición del caciquismo; la libertad municipal con respecto al gobierno estatal y federal; la alfabetización; el sindicalismo católico (cimentado en el colaboracionismo entre los factores de la producción, la desaparición del liderismo); el mejoramiento de la agricultura y de la producción, mediante el reparto de la tierra en propiedad privada, la desaparición de las reservas agrarias y el clima de seguridad y estabilidad; la libertad religiosa, educativa y de expresión-asociación, así como la lucha contra la pobreza.[ 72 ] La ideología católica se mezclaba con un programa político-social cuyo resultado era el proyecto de "Democracia Cristiana". El ultraanticomunismo, el hispanismo y el proyanquismo se entremezclaron en aquel proyecto como las piedras angulares de la acción sinarca.[ 73 ]

El movimiento continuó luchando contra el proyecto educativo del Estado posrevolucionario como una forma de continuar defendiendo los derechos de la Iglesia, y la doctrina de ésta, ante el ateísmo, estatismo y laicismo de la educación gubernamental. Los logros de la reforma educativa de 1945 y 1946 pronto se desvanecieron contradictoriamente y el movimiento continuó oponiéndose al artículo tercero como una forma de su propia identidad ideológica-programática. Mucho había tenido que ver la alianza con la Unión Nacional de Padres de Familia, y la ideología católica que poseían los sinarcas. Sin embargo, la oposición antieducativa no encontró eco jamás en el gobierno de Alemán, fracasando la acción sinarquista que se materializó y encuadró en el Bajío.

Reaparecido el movimiento en 1945, la represión local-regional volvió a parecer como uno de los principales medios del adversario para combatir a los sinarcas. Aunque la represión no se generalizó, tuvo concreción en aquellos lugares donde el sinarquismo iba adoptando y alcanzando posiciones políticas. El enfrentamiento y el conflicto políticos sólo alcanzaron expresión mediante la violencia. Los adversarios locales, sobre todo, no estuvieron dispuestos a aceptar que el movimiento conquistara el poder, o fuentes de dominio político que les afectaran. Hasta 1951, los estados más conflictivos para el movimiento, por la importancia que cobraba la represión, fueron Michoacán, Guanajuato, Querétaro y San Luis Potosí. El rechazo local a los sinarquistas se manifestó constantemente en esos estados, lo que ocasionó enfrentamientos y conflictos frecuentes, que se materializaron con varias muertes sinarcas.[ 74 ]

El conflicto municipal de León, Guanajuato (que se manifestó entre noviembre de 1945 y enero-febrero de 1946), fue un enfrentamiento local entre fuerzas sociales y fuerzas políticas, cuyo desenvolvimiento ocasionó la caída de un gobernador por la intervención del centro rector de la nación. El conflicto local no sólo enfrentó a las fuerzas sociopolíticas municipales, sino a las regionales y las nacionales. El conflicto para las elecciones locales, para la renovación del ayuntamiento, se fue manifestando cuando dos organizaciones sociopolíticas se unieron, para hacer contrapeso al candidato oficial y al partido que lo había postulado. La UNS (organización de masas compuesta por obreros, campesinos y clase media) se unió a la Unión Cívica Leonesa (organización de comerciantes, fabricantes y empresarios) como una forma de integrar una fuerza social pluriclasista, cuya movilización política se opuso al PRM y a la CTM, que postularon a un candidato antipopular. El conflicto se recrudeció cuando en las elecciones locales, el gobierno estatal, el PRM y la CTM quisieron mancillar la voluntad popular (pluriclasista), imponiendo al candidato oficial por ellos apoyado. La pugna entre ambas fuerzas sociopolíticas dio por resultado la movilización de las masas locales en favor de la llamada "oposición" ocasionando, a su vez, una masacre ejecutada por el ejército, instigado por los perdedores. Esta consecuencia del conflicto permitió que la federación (o sea, el centro presidencial) interviniera desapareciendo los poderes en el estado de Guanajuato. La fuerza sociopolítica de oposición local creó un serio conflicto entre el centro y la región, que supo utilizar a su favor para conquistar el poder municipal. [ 75 ]

El conflicto municipal de León evidenció la capacidad de la UNS para la conquista del poder. Aunque la ambigüedad sinarca se mantuvo, su alianza con la UCL y el PAN permitió que el movimiento político percibiera la presencia sociopolítica sinarquista y la capacidad de apoyo y soportes sociales para conducir la lucha hacia la conquista del poder. El Partido Fuerza Popular, creado en febrero de 1946, recuperó ese hecho para enfocar orientaciones y objetivos hacia la conquista de los poderes locales bajienses. Por fin, el orden social cristiano-sinárquico se iría implementando. El conflicto leonés sirvió de soporte para las estrategias políticas que el sinarquismo seguiría en adelante, principalmente en el Bajío. Desde ese momento, la UNS se mezcló en luchas y movimientos municipales, formando parte del sistema político, donde la oposición tendría un lugar. La masacre de León sirvió como una experiencia de la presión político-social que la UNS podría establecer, contra los gobiernos de los estados y de la federación. Su fuerza política, sostenida por el apoyo social local y regional, era innegable. Esto se aprovecharía para convertir al movimiento en una fuerza política opositora de primer orden. El sinarquismo sobrevivía, continuando y ampliando su capacidad de movilización y oposición. El sinarquismo político estaba triunfando local y regionalmente, y eso bastaba.

Después de fundado el PFP, el movimiento sinarquista se abocó a la lucha política regional, sin que sus éxitos en las elecciones de 1946 y 1948 lograran ser reconocidos por el alemanismo. Las energías del movimiento social se agotaron por el poco éxito político real, y en 1949, el brazo político desapareció por la prohibición de existencia legal del gobierno. Las bases sociales del Bajío perdieron la alternativa de llegar al poder, y el movimiento, entonces, desapareció en cuanto tal. Sin embargo, la presencia social de la UNS continuó arraigada en la región.[ 76 ] Un ejemplo fue lo que sucedió, entre 1946 y 1949, con la fiebre aftosa, donde la UNS ejerció un papel importante como portavoz de los afectados por el problema en el Bajío. Hacia 1949, este hecho motivó que las masas populares, principalmente campesinas, de la región dieran todo su apoyo para protestar por las acciones de un gobierno que negaba la participación política, y la representatividad, de los sinarquistas mediante métodos de un sistema político antidemocrático e injusto.[ 77 ]

Durante cuatro años (1947-1951), los intentos de Martínez Narezo por resurgir al movimiento fueron infructuosos. La acción sinarquista se encuadró en los ámbitos regionales, donde poseía presencia (sobre todo en el Bajío). Fue allí donde se mantuvo la continuidad del sinarquismo, y donde se cimentó el arraigo sociopolítico de la ideología sinarca. Principalmente después de quedar al margen de la ley el PFP en 1949, la UNS fue en picada, pues el Estado había eliminado la única razón de ser del movimiento (la lucha política). Fue entonces cuando los sinarquistas entraron a un proceso de desencanto, desilusión y letargo, ya que las labores organizativas de la UNS no reanimaron el espíritu de lucha. La desbandada de dirigentes y de militancia fue tan intensa, que el movimiento fue perdiendo mucho apoyo social -esto se percibió durante 1950 y 1951-. Pareció entreverse la poca atracción que tenía la UNS para la lucha sociopolítica, ocasionada por el desprestigio, la carencia de combatividad y la poca capacidad para resurgir y mantenerse. El Bajío, mientras tanto, siguió siendo el escenario por excelencia de los sinarquistas y, aún ahora, su presencia se siente como un rescoldo de ese pasado lleno de lucha, expectativas y acción.

Conclusiones

El sinarquismo surgió en 1937 en León, Guanajuato, como una continuidad de la lucha católica y cristera. La nueva organización aglutinó a los católicos intransigentes con los arreglos de 1929 y, al mismo tiempo, a los sectores católicos oposicionistas al régimen de Cárdenas, casi todos pertenecientes a las "Legiones", la "Base", la acjm y otras organizaciones fuertes de la región centro-oeste. La UNS surgió de una sección regional de la "Base", y sus cuadros dirigentes estuvieron constituidos por hombres de la provincia del Bajío, cuya ideología católica, tradicionalista, conservadora, anticomunista, autoritaria y nacionalista quedó impresa en el movimiento.

El sinarquismo fue un instrumento de la jerarquía, de los jesuitas y de los católicos intransigentes, que se dirigió a hacer una labor movilizadora, oposicionista, defensora de la libertad religiosa y cívica, en contra del gobierno cardenista. El instrumento fue eficaz, como grupo de presión derechista, pero en los primeros años de la UNS, el sinarquismo se convirtió en un movimiento social de masas regionales, cuya ideología tradicionalista, hispanista, anticomunista, ultracatólica y nacionalista escapó a los límites de la acción católica que lo había creado. Las demandas populares, nacionales y bajienses, encontraron un campo de expresión en la UNS. Esta circunstancia pronto convirtió al sinarquismo en un agente de oposición, de movilización, de cohesión social, de expresión de la pobreza y la miseria, de corriente de opinión, así como de frente social contra los gobiernos estatuidos. La ideología católica sinarquista fue aceptada y apoyada profundamente por la sociedad bajiense, que estaba deseosa de expresarse y de movilizarse contra un régimen posrevolucionario que no le había resuelto sus problemas más inmediatos. El contexto del Bajío permitió que el movimiento encontrara un amplio y suficiente apoyo social y que, en poco tiempo, se convirtiera en una fuerza sociopolítica de primera importancia.

El movimiento sinarquista desplegó una gran actividad en el Bajío, mediante el apoyo de la sociedad traumatizada con los sinsabores de la Revolución, la Cristiada, la reforma agraria y los cambios posrevolucionarios. Los métodos sinarcas desarrollaron y potenciaron la capacidad de las masas para protestar, movilizarse, rebelarse, etcétera, contra el orden existente. La acción sinarquista permitió la expresión de las demandas, de la ideología popular, de la capacidad de protesta, de las masas populares bajienses. El sinarquismo se convirtió en la voz de la pobreza; en el canalizador de las demandas de los desheredados; en el cohesionador de las masas tradicionalistas, ultracatólicas y conservadoras; en la expresión de la ideología de una sociedad opuesta a la "modernidad" que quería introducir la posrevolución; en la manifestación de las demandas de la Iglesia y de los católicos organizados; en la fuente de acción de las masas populares, supuestamente apacibles y dóciles; en un polo opositor al cardenismo comunista, populista, radical, "izquierdizante" y anticlerical, así como en una fuerza sociopolítica indiscutible de contrapeso al régimen surgido de la Revolución.

En síntesis, el sinarquismo fue un movimiento social de base regional, que permaneció durante más de quince años como fuerza opositora sociopolítica del régimen y el sistema posrevolucionarios. El movimiento fue inducido por la lucha que venían sosteniendo los católicos contra el régimen surgido de la Revolución, y fue el continuador del movimiento cristero, que representó la "revolución" católica mexicana. El contexto histórico del Bajío y sus especificidades estructurales (economía, sociedad, política, cultura, mentalidad) condicionaron al advenimiento y desarrollo del movimiento sinarca que, sin ser regionalista, supo enmarcar las características, demandas e ideología regionales en su lucha de carácter nacional. El enlace de las demandas y los programas católicos con las demandas de las masas populares bajienses quedó integrado, por lo que al sinarquismo puede definírsele como un movimiento católico-popular de base regional.

SIGLAS

ACRUNS -León, Guanajuato Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista en León, Guanajuato
ACRUNS - Guadalajara, Jalisco Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista en Guadalajara, Jalisco
ACRUNS - Morelia, Michoacán Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista en Morelia, Michoacán
AUIA - Universidad Iberoamericana Archivo de Antonio Santacruz, Acervos Históricos, Biblioteca Francisco Xavier Clavijero, Universidad Iberoamericana
ACNUNSBINAH Archivo del Comité Nacional de la Unión Nacional Sinarquista, Microfilm Biblioteca Museo de Antropología e Historia del Instituto Nacional de Antropología e Historia
AGN-FLC/AGN-FMAC/AGN-FMAV Archivo General de la Nación, Secretaría de Gobernación, Galería Presidentes
ACN-UNS-H Archivo del Comité Nacional de la Unión Nacional Sinarquista (Hemerográfico)
ASO Archivo Personal del Doctor Servando Ortoll Estrada

[ 1 ] Este artículo es una síntesis de una investigación más amplia titulada La batalla del espíritu, el movimiento sinarquista en el Bajío mexicano (1932-1951), presentada como tesis de maestría en Estudios Regionales en el Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora, en enero de 1989. Al mismo tiempo es producto de una ponencia, presentada en el Seminario Religión y Sociedad en el México Contemporáneo, llevado a cabo en el Centro de Investigación de Ciencias Sociales de la Universidad de Guadalajara, en mayo de 1989. Agradezco al doctor Servando Ortoll sus comentarios y opiniones sobre este artículo. A Carlos Martínez Assad, Eugenia Meyer, Manuel Villa y Martha Elena Negrete les extiendo un reconocimiento sincero por sus apoyos, comentarios y opiniones. A María Álvarez, Tábata, François y Alain, por su afecto y solidaridad durante el proceso de investigación y de redacción de este artículo. A la Universidad de Colima expreso mi reconocimiento por facilitar la realización de este artículo, así como al Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México por adoptarme como investigador.

[ 2 ] Esto se desprende de las conclusiones de mi tesis, ya citada, cfr. Pablo Serrano Álvarez, La batalla del espíritu, el movimiento sinarquista en el Bajío mexicano (1932-1951), tesis de maestría en Estudios Regionales, México, Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora, 1989, t. I, p. 14-35, y t. II, p. 796-824.

[ 3 ] Pablo Serrano Álvarez, La batalla del espíritu, el movimiento sinarquista en el Bajío mexicano (1932-1951), tesis de maestría en Estudios Regionales, México, Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora, 1989, t. I, p. 163-200.

[ 4 ] Pablo Serrano Álvarez, La batalla del espíritu, el movimiento sinarquista en el Bajío mexicano (1932-1951), tesis de maestría en Estudios Regionales, México, Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora, 1989, t. II, p. 807-824.

[ 5 ] Me opongo a la interpretación europeizante que manejan autores como Anne-Marie de la Vega, Historie du mouvement sinarquiste, 1934-1944, contribution à l'histoire du Mexique contemporain, 2 v., thèse de III cycle, Paris, 1975, y Jean Meyer, El sinarquismo, ¿un fascismo mexicano? 1937, trad. de Aurelio Garzón del Camino, México, Joaquín Mortiz, 1979, pues no se apega a la realidad específica del movimiento. La etiqueta de fascista casualmente es la que el adversario revolucionario le endilgó al sinarquismo. Los rasgos fascistas-falangistas se presentaron en el periodo abascalista, como una copia para intimidar al adversario, cuestión que no permite definir al movimiento en su especificidad concreta.

[ 6 ] Pablo Serrano Álvarez, La batalla del espíritu, el movimiento sinarquista en el Bajío mexicano (1932-1951), tesis de maestría en Estudios Regionales, México, Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora, 1989, t. I, p. 83-102.

[ 7 ] Pablo Serrano Álvarez, La batalla del espíritu, el movimiento sinarquista en el Bajío mexicano (1932-1951), tesis de maestría en Estudios Regionales, México, Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora, 1989, t. I, p. 102-200.

[ 8 ] Manuel Romo de Alba, El gobernador de las estrellas, Guadalajara (Jalisco), México, Talleres de la Gráfica Panamericana, 1986, y Servando Ortoll, Las Legiones, la Base y el sinarquismo, ¿tres organizaciones distintas y un solo fin verdadero? (1929-1948), inédito.

[ 9 ] Véase la historia que hago sobre " La Base ", en el Bajío, como movimiento regional, en Pablo Serrano Álvarez, La batalla del espíritu, el movimiento sinarquista en el Bajío mexicano (1932-1951), tesis de maestría en Estudios Regionales, México, Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora, 1989, t. I, p. 175-200. Ligar esta interpretación con Servando Ortoll, Las Legiones, la Base y el sinarquismo, ¿tres organizaciones distintas y un solo fin verdadero? (1929-1948), inédito.

[ 10 ] Cfr. Salvador Abascal, Mis recuerdos: sinarquismo y colonia María Auxiliadora, 1935-1944, México, Tradición, 1980, así como entrevistas: Pablo Serrano Álvarez con el licenciado José Trinidad Cervantes, hecha en el Distrito Federal los días 10, 11 y 15 de marzo de 1988; Pablo Serrano Álvarez con el doctor Rubén Mangas Alfaro, hecha en el Distrito Federal el día 17 de marzo de 1988.

[ 11 ] Unión Nacional Sinarquista, Boletín, México, D. F., n. 1, 16 de enero de 1938, p. 1, Archivo del Comité Regional Unión Nacional Sinarquista de León, Guanajuato; el mismo boletín en la Biblioteca del Museo Nacional de Antropología e Historia, Archivo del Comité Regional Unión Nacional Sinarquista, rollo 12.1.11 (52); "Ideario y organización", en Universidad Iberoamericana, Biblioteca Francisco Xavier Clavijero, Archivo de Antonio Santacruz. Acervos Históricos, caja 1, exp. 48, p. 2.

[ 12 ] El Sinarquista, México, D. F., año 3, n. 118, 22 de mayo de 1941, p. 5.

[ 13 ] Cfr. Juan Ignacio Padilla, Sinarquismo: contrarrevolución, México, Polis, 1948, p. 110, así como entrevista: Servando Ortoll con el licenciado José Trueba Olivares, hecha en León, Guanajuato, el 16 de junio de 1982.

[ 14 ] Véase entrevista Serrano-Mangas, 17 de marzo de 1988; entrevista Serrano-Cervantes, 11 de marzo de 1988; Juan Ignacio Padilla, Sinarquismo: contrarrevolución, México, Polis, 1948, p. 115-117; Unión Nacional Sinarquista, Historia gráfica del sinarquismo, 1937-1947, México, Comité Nacional de la Unión Nacional Sinarquista, s. f., t. I, p. 12-13; Anne-Marie de la Vega, Historie du mouvement sinarquiste, 1934-1944, contribution à l'histoire du Mexique contemporain, 2 v., thèse de III cycle, Paris, 1975, t. I, p. 104, 105; y algunos documentos que se refieren al manifiesto, manuscritos sin autor, en Biblioteca del Museo Nacional de Antropología e Historia, Archivo del Comité Regional Unión Nacional Sinarquista, rollo 12.2.16 (113).

[ 15 ] Acerca de estas apreciaciones, véase Unión Nacional Sinarquista, Historia gráfica del sinarquismo, 1937-1947, México, Comité Nacional de la Unión Nacional Sinarquista, s. f., t. I, p. 7, 47-56; Revista Orden, México, D. F., n. 20, junio de 1944, p. 14-16; entrevistas Serrano-Cervantes, 10 de marzo de 1988; Pablo Serrano Álvarez con el señor Ramón Torres Robles, hecha en León, Guanajuato, el 16 de abril de 1988; Ortoll-José Trueba, 16 de junio de 1982, Serrano-Mangas, 17 de marzo de 1988; y "The menance of sinarquism", Mexican American, s. l., p. 29, Archivo Personal de Servando Ortoll.

[ 16 ] Véase Luis González, Los días del presidente Cárdenas, México, El Colegio de México, 1981, p. 141; Albert Michaels, Mexican politics and nationalism from Calles to Cárdenas, Ann Arbor (Michigan), 1979 (thesis University of California), p. 317; y Pablo Serrano Álvarez, La batalla del espíritu, el movimiento sinarquista en el Bajío mexicano (1932-1951), tesis de maestría en Estudios Regionales, México, Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora, 1989, t. I, p. 230.

[ 17 ] Pablo Serrano Álvarez, La batalla del espíritu, el movimiento sinarquista en el Bajío mexicano (1932-1951), tesis de maestría en Estudios Regionales, México, Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora, 1989, t. I, p. 353. Cfr. Hugh Campbell, La derecha radical en México, 1929-1949, trad. de Pilar Martínez Negrete, México, Secretaría de Educación Pública, 1976 (Sepsetentas, 276).

[ 18 ] Cfr. Pablo Serrano Álvarez, La batalla del espíritu, el movimiento sinarquista en el Bajío mexicano (1932-1951), tesis de maestría en Estudios Regionales, México, Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora, 1989, t. I, p. 452-460.

[ 19 ] Cfr. la interpretación de Anne-Marie de la Vega, Historie du mouvement sinarquiste, 1934-1944, contribution à l'histoire du Mexique contemporain, 2 v., thèse de III cycle, Paris, 1975, t. I, p. 280, que niega la acción regional que el movimiento desarrolló en los primeros años, basado en la labor de propaganda y proselitismo. Para constatar mi posición véase "Instructivo para jefes de la Unión Nacional Sinarquista", 2a. época, Consejo Nacional, s. f., Universidad Iberoamericana, Biblioteca Francisco Xavier Clavijero, Archivo de Antonio Santacruz. Acervos Históricos, caja 1, exp. s/n ni catalogación.

[ 20 ] Fabián Carpio (seud. de Alfonso Trueba), "El cuarto año de lucha", El Sinarquista, México, D. F., año 2, n. 65, 9 de mayo de 1940, p. 3.

[ 21 ] Cfr. con Luis González, Los días del presidente Cárdenas, México, El Colegio de México, 1981, p. 139, 141; Albert Michaels, "Fascism-and sinarquism: Popular Nationalism against the Mexican Revolution", Journal of Church and State, VIII, 1966, p. 240; Servando Ortoll, "La oposición o de los católicos 'radicales' ", en José María Muriá (director), Historia de Jalisco, Guadalajara (Jalisco), Gobierno del Estado de Jalisco, t. IV, p. 580-582; Nathan Whetten, "México rural", Problemas Agrícolas e Industriales de México, México, D. F., v. V (2), abril-junio de 1953, p. 322, 323; y "Reportaje histórico de la Unión Nacional Sinarquista", Orden, México, D. F., n. 20, junio de 1944, p. 13.

[ 22 ] "Estadísticas del movimiento nacional sinarquista", diciembre de 1939, Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista, León, Guanajuato. Cfr. con datos de Hugh Campbell, La derecha radical en México, 1929-1949, trad. de Pilar Martínez Negrete, México, Secretaría de Educación Pública, 1976 (Sepsetentas, 276), p. 218; El Sinarquista, México, D. F., año I, n. 28, 17 de agosto de 1939, p. 1.

[ 23 ] El Sinarquista, México, D. F., año I, n. 29, 22 de agosto de 1939, p. 1.

[ 24 ] "Manifiesto a la nación", signado por el secretario del comité organizador el 23 de mayo de 1938, dirigido a los jefes de comités, Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista, León, Guanajuato; Frank Jellinek, "Backslinding in Mexico", The Protestant, s. l., octubre-noviembre de 1946, p. 61, Archivo Personal de Servando Ortoll, y El Sinarquista, México, D. F., n. 19 y 23, 15 de junio de 1939, p. 2, y 14 de julio de 1939, p. 4, respectivamente.

[ 25 ] Comisión Revisora presidida por Antonio Martínez Aguayo y Feliciano Manrique, 22 de diciembre de 1939, el caso de Guanajuato, Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista, León, Guanajuato.

[ 26 ] Cifras calculadas tomando como base los datos de Comisión Revisora presidida por Antonio Martínez Aguayo y Feliciano Manrique, 22 de diciembre de 1939, el caso de Guanajuato, Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista, León, Guanajuato, aunque los números aportados por la fuente no son muy confiables se da una idea del crecimiento numérico del movimiento.

[ 27 ] El Sinarquista, México, D. F., año I, n. 11, 1 de abril de 1939, p. 1, y Comisión Revisora presidida por Antonio Martínez Aguayo y Feliciano Manrique, 22 de diciembre de 1939, el caso de Guanajuato, Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista, León, Guanajuato.

[ 28 ] Circular 11 de Manuel Zermeño a todos los jefes de comités sinarquistas, 9 de mayo de 1940, Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista, León, Guanajuato; informe del Primer Congreso de la Unión Nacional Sinarquista en Jalisco, 9 y 10 de junio de 1940, Biblioteca del Museo Nacional de Antropología e Historia, Archivo Comité Regional Unión Nacional Sinarquista, rollo 11.7.32.

[ 29 ] Carta del 14 de marzo de 1938, Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista, León, Guanajuato.

[ 30 ] Sobre estas apreciaciones, véase Nathan Whetten, " México rural", Problemas Agrícolas e Industriales de México, México, D. F., v. v (2), abril-junio de 1953, p. 324; y Betty Kirk, "Mexico's 'Social Justice' Party", The Nation, s. l., 12 de junio de 1943, Archivo Personal de Servando Ortoll.

[ 31 ] Comisión Revisora de la Unión Nacional Sinarquista, Antonio Martínez Aguayo y Feliciano Manrique, 22 de septiembre de 1939, Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista, León, Guanajuato.

[ 32 ] Datos estimados por Anne-Marie de la Vega, Historie du mouvement sinarquiste, 1934-1944, contribution à l'histoire du Mexique contemporain, 2 v., thèse de III cycle, Paris, 1975, t. I, p. 278-279. Cfr. a Salvador Abascal, Mis recuerdos: sinarquismo y colonia María Auxiliadora, 1935-1944, México, Tradición, 1980, p. 61-161.

[ 33 ] Cifras calculadas por Anne-Marie de la Vega, Historie du mouvement sinarquiste, 1934-1944, contribution à l'histoire du Mexique contemporain, 2 v., thèse de III cycle, Paris, 1975, t. I, p. 278-279; confirmadas por Jean Meyer, El sinarquismo, ¿un fascismo mexicano? 1937, trad. de Aurelio Garzón del Camino, México, Joaquín Mortiz, 1979, p. 44; Censo Nacional por Comités Locales y Regionales, diciembre de 1940, en Biblioteca del Museo Nacional de Antropología e Historia, Archivo Comité Regional Unión Nacional Sinarquista, rollos 11.7.01, 11.7.02, 11.7.03.

[ 34 ] Censo Nacional por Comités Locales y Regionales, diciembre de 1940, en Biblioteca del Museo Nacional de Antropología e Historia, Archivo Comité Regional Unión Nacional Sinarquista, rollos 11.7.01, 11.7.02, 11.7.03.

[ 35 ] Este hecho impedía una cuantificación exacta o aproximada. Unión Nacional Sinarquista control estadística, Biblioteca del Museo Nacional de Antropología e Historia, Archivo Comité Regional Unión Nacional Sinarquista, rollos 11.7.01 y 11.7.02. Así lo manifestaba la Secretaría de Estadística en 1940.

[ 36 ] Informes de los comités en 1939 y 1940, Biblioteca del Museo Nacional de Antropología e Historia, Archivo Comité Regional Unión Nacional Sinarquista, rollo 11.7.7.29.

[ 37 ] Comisión Revisora, Antonio Martínez Aguayo y Feliciano Manrique, dictamen del 22 de septiembre de 1939, Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista, León, Guanajuato.

[ 38 ] Para detalles sobre estas marchas, véase El Sinarquista, México, D. F., n. 18 (1 de junio de 1939), 29 (24 de agosto de 1939), 35 (5 de octubre de 1939), 50 (25 de enero de 1940), 53 (15 de febrero de 1940), 80 (29 de agosto de 1940) y 170 (23 de mayo de 1942).

[ 39 ] Informes de los comités en 1939 y 1940, Biblioteca del Museo Nacional de Antropología e Historia, Archivo Comité Regional Unión Nacional Sinarquista, rollo 11.7.29; informes oficiales sobre las movilizaciones sinarquistas en el Bajío, AGN-UP-FLC, exp. 542.1/2371. Cfr. Joseph Ledit, El frente de los pobres, México, Spes, 1955, p. 279.

[ 40 ] Como lo compruebo en Pablo Serrano Álvarez, La batalla del espíritu, el movimiento sinarquista en el Bajío mexicano (1932-1951), tesis de maestría en Estudios Regionales, México, Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora, 1989, t. II, p. 498 y s.

[ 41 ] Boletín de prensa Unión Nacional Sinarquista, 4 de junio de 1942, Biblioteca del Museo Nacional de Antropología e Historia, Archivo Comité Regional Unión Nacional Sinarquista, rollo 12.1.21 (62); Ultimas noticias, México, D. F., 21 de diciembre de 1942; Movimiento, México, D. F., 21 de diciembre de 1942, Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista, León, Guanajuato; El Sinarquista, México, D. F., año 4, n. 158, 24 de febrero de 1942, p. 15.

[ 42 ] Boletín para Jefes, n. 5, 15 de agosto de 1940, Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista, León, Guanajuato, y Universidad Iberoamericana, Archivo de la Unión Nacional Sinarquista, caja 1, y con Unión Nacional Sinarquista, Historia gráfica del sinarquismo, 1937-1947, México, Comité Nacional de la Unión Nacional Sinarquista, s. f., t. I, p. 109.

[ 43 ] Entrevistas Serrano-Cervantes, 10 de marzo de 1988; Serrano-Mangas, 17 de marzo de 1988.

[ 44 ] El Sinarquista, México, D. F., año 3, n. 125, 10 de julio de 1941, p. 3, y Boletín Sinarquista del D. F., año 1, n. 3, 15 de mayo de 1941, p. 112, Universidad Iberoamericana, Archivo de la Unión Nacional Sinarquista, caja 2, y Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista, León, Guanajuato. Artículo sin autor, "El sinarquismo y los problemas nacionales", 1941, p. 2, Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista, Morelia, Michoacán.

[ 45 ] Luis Ordorica Cerda, "El sinarquismo frente a la revolución", La Prensa, México, D. F., 28 de mayo de 1941, p. 2; El Sinarquista, México, D. F., año 3, n. 100, 16 de enero de 1941, p. 2; discurso de M. Zermeño, junta de jefes, diciembre de 1940, p. 8, Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista, León, Guanajuato.

[ 46 ] Consideraciones retomadas de amplia documentación que muestra el arrastre político local del movimiento en 1940 y 1941; carta abierta al presidente de la CROM-PRM y federaciones estatales de Michoacán, 14 de abril de 1941; Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista, León, Guanajuato; carta de Domingo Mansilla al presidente sobre elecciones locales en Guanajuato, problemas de elecciones municipales entre el PRM, el grupo reivindicación leonés y la Unión Nacional Sinarquista en León, Guanajuato, diciembre 1941, y carta de Jesús Hernández al presidente sobre las elecciones en León, Guanajuato, 25 de novimebre de 1941, en Archivo General de la Nación, UP-FMAC, exp. 544.2/10, leg. 2, 544.5/ 304 leg. 1 y leg. 2, respectivamente.

[ 47 ] Cfr. "La fuerza sinarquista en el centro", 1941, Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista, León, Guanajuato.

[ 48 ] Cuadro de "efectivos sinarquistas", 1940-1943, publicado por Jean Meyer, El sinarquismo, ¿un fascismo mexicano? 1937, trad. de Aurelio Garzón del Camino, México, Joaquín Mortiz, 1979, p. 47. Constatado con datos estadísticos de la Unión Nacional Sinarquista en 1942, Biblioteca del Museo Nacional de Antropología e Historia, Archivo Comité Regional Unión Nacional Sinarquista, rollo 12.1.10 (51) y con el Registro Nacional de Contingentes Sinarquistas de abril de 1943, Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista, León, Guanajuato.

[ 49 ] Constatado con datos estadísticos de la Unión Nacional Sinarquista en 1942, Biblioteca del Museo Nacional de Antropología e Historia, Archivo Comité Regional Unión Nacional Sinarquista, rollo 12.1.10 (51) y con el Registro Nacional de Contingentes Sinarquistas de abril de 1943, Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista, León, Guanajuato.

[ 50 ] Constatado con datos estadísticos de la Unión Nacional Sinarquista en 1942, Biblioteca del Museo Nacional de Antropología e Historia, Archivo Comité Regional Unión Nacional Sinarquista, rollo 12.1.10 (51) y con el Registro Nacional de Contingentes Sinarquistas de abril de 1943, Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista, León, Guanajuato.

[ 51 ] Juan Ignacio Padilla, Sinarquismo: contrarrevolución, México, Polis, 1948, p. 207.

[ 52 ] Information Bulletin on Mexico, June 15, 1943, núm. 2, Biblioteca del Museo Nacional de Antropología e Historia, Archivo Comité Regional Unión Nacional Sinarquista, rollo 12.1.37 (78); cfr. Hugh Campbell, La derecha radical en México, 1929-1949, trad. de Pilar Martínez Negrete, México, Secretaría de Educación Pública, 1976 (Sepsetentas, 276), p. 116, 117.

[ 53 ] "Memorándum de los principales despojos sufridos por miembros de la Unión Nacional Sinarquista en los estados del centro, 1939- 1940", circular 32 de Salvador Abascal a jefes de la Unión Nacional Sinarquista, 24 de junio de 1941; manifiesto contra la represión, 1941, Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista, León, Guanajuato.

[ 54 ] Informaciones en Archivo General de la Nación, UP-FMAC, exp. 542.1/2371, 404.1/ 2867, 542.1/34, leg. 1 y 2; 432.3/30, 404.1/622, 404.1/2051; confirmadas en correspondencia de jefes municipales con la jefatura nacional de la Unión Nacional Sinarquista, 1940-1943, Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista, León, Guanajuato.

[ 55 ] Carta de José Valadés a Manuel Torres Bueno, 8 de octubre de 1942, oficio n. VI -840, Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista, León, Guanajuato.

[ 56 ] Conclusiones estudiadas y aprobadas en la V Junta Nacional de Jefes Sinarquistas, Campamento de los Volcanes, Estado de México, diciembre de 1943, p. 3, Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista, León, Guanajuato.

[ 57 ] Declaraciones de Torres Bueno a los corresponsales extranjeros de la United Press y la Overseas News Agency, 20 de diciembre de 1943, Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista, León, Guanajuato.

[ 58 ] Circular de José Anguiano Alarcón (jefe de Michoacán) a jefes municipales, 23 de octubre de 1945, Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista, Morelia, Michoacán; entrevistas Serrano-Cervantes, 17 de marzo de 1988; Serrano-Mangas, 17 de marzo de 1988.

[ 59 ] Número de miembros con que cuenta la Unión Nacional Sinarquista bajo la dirección del licenciado Carlos Carrasco Athié. Universidad Iberoamericana, Archivo de la Unión Nacional Sinarquista, exp. 29, caja 1.

[ 60 ] Carta de Guillermo Aranda a Antonio Lomelí, 17 de julio de 1945, circular de Gildardo González Sánchez a los jefes regionales, 16 de junio de 1945, Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista, León, Guanajuato.

[ 61 ] "Hechos y causas que ocasionaron la caída de la OCA ", p. 22. Declaraciones a la prensa, Comité Nacional Unión Nacional Sinarquista, 13 de noviembre de 1944, p. 66, Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista, León, Guanajuato.

[ 62 ] Datos obtenidos y calculados a partir de "Número de comités controlados por estado", Secretaría de Organización y Estadística, Unión Nacional Sinarquista, 30 de agosto de 1944, Biblioteca del Museo Nacional de Antropología e Historia, Archivo Comité Regional Unión Nacional Sinarquista, rollo 12.2.07 (104). Comparados con informe de la misma secretaría a González Sánchez, diciembre de 1945, Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista, León, Guanajuato.

[ 63 ] Boletín, n. 20, 3 de febrero de 1945, p. 1, Biblioteca del Museo Nacional de Antropología e Historia, Archivo Comité Regional Unión Nacional Sinarquista, rollo 12.2.10 (107); Boletín, n. 16, 21 de diciembre de 1944, p. 5-6, Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista, Morelia, Michoacán; y proyecto de organización, diciembre de 1944, Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista, León, Guanajuato.

[ 64 ] La concentración de León, Guanajuato, 23 de mayo de 1945, informes oficiales, Archivo General de la Nación, UP-FMAC, exp. 542.1.38, leg. 3.

[ 65 ] Circular de Guillermo Aranda a jefes municipales de Guanajuato, 3 de agosto de 1944, Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista, León, Guanajuato; "Discurso del jefe", El Sinarquista, México, D. F., año 6, n. 275, 1 de junio de 1944, p. 4.

[ 66 ] Véase Servando Ortoll, Las Legiones, la Base y el sinarquismo, ¿tres organizaciones distintas y un solo fin verdadero? (1929-1948), inédito, p. 45.

[ 67 ] Circular J-I de Guillermo Aranda a jefes municipales de Guanajuato, 29 de octubre de 1945, y "reglamento de la sección 11 (Unión Nacional Sinarquista)", consideraciones, octubre de 1945, sin firma, Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista, León, Guanajuato.

[ 68 ] "Estados más activos", Secretaría de Organización, octubre de 1945, Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista, León, Guanajuato.

[ 69 ] Entrevistas Serrano-Cervantes, 14 de marzo de 1988; Serrano-Mangas, 17 de marzo de 1988; Serrano-Torres Robles, 16 de abril de 1988.

[ 70 ] Véase Pablo Serrano Álvarez, La batalla del espíritu, el movimiento sinarquista en el Bajío mexicano (1932-1951), tesis de maestría en Estudios Regionales, México, Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora, 1989, t. II, p. 736-764.

[ 71 ] Orden, México, D. F., 2a. época, n. 111, 2 de octubre 1947, p. 1; "Proyecto de estatutos para la Unión Nacional Sinarquista'', formulados por J. I. Padilla, abril de 1945, p. 7, Biblioteca del Museo Nacional de Antropología e Historia, Archivo Comité Regional Unión Nacional Sinarquista, rollo 12.2.10 (107), Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista, León, Guanajuato.

[ 72 ] El Sinarquista, México, D. F., año 7, n. 290, 13 de septiembre de 1945, p. 1-4.

[ 73 ] Volante "Luz de la cuestión social", 50 años de la encíclica Rerum novarum por la Unión Nacional Sinarquista 1948, Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista, León, Guanajuato.

[ 74 ] Para detalles sobre los conflictos y enfrentamientos en estas localidades, véase la carta de Carlos González Obregón al procurador general de justicia, 30 de agosto de 1946, Archivo del Comité Regional de la Unión Nacional Sinarquista, León, Guanajuato.

[ 75 ] Sobre esta caracterización general del conflicto, véase Adriana López Monjardín, La lucha por los ayuntamientos: una utopía viable, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Sociales -Siglo XXI, 1986, p. 15-17; telegrama de la UCL al presidente, 20 de junio de 1945, Archivo General de la Nación, UP-FMAC, exp. 544.5/304, leg. 1; El Sinarquista, México, D. F., año 8, n. 297, 10 de enero de 1946, p. 1.

[ 76 ] Véase Pablo Serrano Álvarez, La batalla del espíritu, el movimiento sinarquista en el Bajío mexicano (1932-1951), tesis de maestría en Estudios Regionales, México, Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora, 1989, t. II, p. 717-735.

[ 77 ] Pablo Serrano Álvarez, La batalla del espíritu, el movimiento sinarquista en el Bajío mexicano (1932-1951), tesis de maestría en Estudios Regionales, México, Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora, 1989, t. II, p. 736-764.

Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Álvaro Matute (editor), Ricardo Sánchez Flores (editor asociado), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 14, 1991, p. 239-271.

DR © 2006. Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas